Del Reino Unido al Reino Desunido



Los lazos que mantienen la unión entre Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte son los más débiles de la historia reciente, asegura una interesante crónica publicada en The Economist  que compartimos a continuación.

El Reino Unido no nació envuelto en gloria. La conquista inglesa de Irlanda en el siglo XVII fue brutal; se vio motivada por el miedo a la invasión y facilitada por la superioridad del ejército de Cromwell.

La toma inglesa de Escocia en el siglo XVIII fue más pragmática; nació de la bancarrota escocesa tras un fallido proyecto inversor en Centroamérica y de los temores ingleses en relación con Francia.

Sin embargo, la unión resultante fue algo más que la suma de sus partes: dio lugar a una revolución intelectual y científica, centrada tanto en Edimburgo como en Londres; a una revolución industrial surgida de ella y que enriqueció tanto a Glasgow como a Manchester y Liverpool; a un imperio construido por escoceses y por ingleses; y a una potencia militar que ayudó a salvar el mundo del fascismo.

Esa unión es ahora más débil que en cualquier momento de la historia reciente. Las causas son múltiples, pero el Brexit es la más importante. Los dirigentes políticos de Londres, Edimburgo y Belfast han puesto en peligro a su país por la forma en que han gestionado la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. El primer ministro Boris Johnson ha actuado de modo poco cuidadoso, poniendo el partido por encima del país y decantándose por un Brexit duro.

Los escoceses nunca quisieron salir de la Unión Europea y se inclinan por buscar un futuro fuera del Reino Unido. En el último año, las encuestas han pasado de reflejar una ligera mayoría partidaria de la unión (el patrón general desde el referéndum que rechazó la independencia en 2014) a reflejar una pequeña mayoría partidaria de la salida.

Nicola Sturgeon, primera ministra de Escocia y dirigente del Partido Nacional Escocés (SNP), se ha mostrado resuelta explotando la aversión de los escoceses al acuerdo del Brexit. Las vicisitudes de los pescadores que no pueden vender sus capturas se achacan a Westminster. Las encuestas indican que, en las elecciones escocesas de mayo, el SNP obtendrá una mayoría absoluta en un sistema diseñado para evitarla.

Arlene Foster, primera ministra de Irlanda del Norte y jefa del Partido Unionista Democrático (DUP), se comportó de forma estúpida al rechazar el Brexit más suave propuesto por Theresa May, predecesora de Johnson. Semejante solución habría evitado la controvertida cuestión de cómo y dónde crear una frontera con la Unión Europea.

Ni Bruselas, ni Dublín, ni Londres estaban dispuestos a crear una frontera dura en la isla de Irlanda; así, en vez de eso, Johnson la ha creado en el mar de Irlanda, entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte, con lo que ha debilitado una unión cuya existencia es el objeto de ser del DUP.

Eso ayuda a explicar una semana de disturbios a principios de este mes. Los resentimientos se agudizan y, a medida que se acerca el centenario de la independencia de Irlanda, la reunificación está más cerca que nunca.

Si los escoceses, los norirlandeses o incluso los galeses deciden seguir su propio camino, se les debe permitir hacerlo; pero sólo cuando hayan manifestado claramente su voluntad de hacerlo. No es el caso todavía, y este periódico espera que nunca lo sea.

La disolución de un país nunca debe hacerse a la ligera, porque es un proceso doloroso desde el punto de vista político, económico y emocional. Pregúntenle a los indios, pakistaníes y bangladesíes o a los serbios, croatas y otros antiguos ciudadanos de Yugoslavia. Pocas divisiones se producen de forma tan pacífica y fácil como la de checos y eslovacos. Aunque parece inconcebible que los ciudadanos del actual Reino Unido empiecen a asesinarse entre sí, eso es exactamente lo que hicieron durante los disturbios norirlandeses que finalizaron hace menos de un cuarto de siglo.

Cuando no discuten sobre la cuestión constitucional, las partes constituyentes del Reino Unido funcionan bien juntas. Ante la covid-19, Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte llevaron a cabo confinamientos por separado, ajustados a las tasas y sensibilidades locales. Las vacunas, donde la escala cuenta, se dirigieron desde el plano nacional.

La supervivencia del Reino Unido también es importante en términos generales. Aunque su trayectoria histórica diste de ser intachable, está del lado de la democracia, los derechos humanos y la transparencia en un mundo desagradable. No cabe duda de que sus partes constituyentes adoptarían valores similares, pero cuando una Inglaterra o una Escocia independientes se manifestaran en defensa de Hong Kong, se haría fácilmente caso omiso de ellas; sobre todo, si perdieran su puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

El hecho de que la supervivencia de la unión esté ahora en las manos poco fiables de Johnson no consuela a ningún partidario de que tenga futuro. Sin embargo, el asunto ha preocupado lo suficiente a Johnson para haber creado en Downing Street una "unidad sobre la unión" y ponerla a las órdenes de Michael Gove, uno de sus colegas más inteligentes y su único ministro no inglés y de alto perfil.

Algunas cosas que hace Johnson son sensatas. Tiene razón al insistir en que ahora no es el momento de celebrar otro referéndum en Escocia. El último, hace sólo siete años, se anunció como una oportunidad única en una generación.

Es cierto que las circunstancias de Gran Bretaña han cambiado desde entonces, pero el Brexit es muy reciente, y la opinión al respecto no ha tenido la oportunidad de asentarse. No debería haber otro referéndum hasta que las encuestas muestren una mayoría clara y sostenida en favor de la independencia. Celebrar referéndums frecuentes es una receta segura para la inestabilidad y el eventual fin de la unión: en algún momento el gatillo y la bala coincidirán.

Ahora bien, el Gobierno se equivoca en muchas otras cosas. Debería dejar de colocar la Unión Jack en todas partes. Para aquellos cuya identidad es principalmente regional, parece una campaña diseñada para estampar la propiedad de Westminster en todos los rincones del país. Debería utilizar más figuras no inglesas, como Ruth Davidson, la popular antigua dirigente del Partido Conservador Escocés.

Johnson también tiene que dejar de mentir. Su deshonestidad sobre la frontera del mar de Irlanda, que dijo que se crearía "por encima de [su] cadáver", exacerbó su traición a la provincia. Y tiene que mejorar las relaciones de Gran Bretaña con Europa, incluso alineando las normas alimentarias y agrícolas británicas con las de la Unión Europea, la principal fuente de fricción comercial que ha enfurecido a los unionistas de Irlanda del Norte. Eso dificultaría un acuerdo comercial con Estados Unidos, pero no hay ahora a la vista ningún acuerdo de ese tipo, y no lo habrá si se pone en peligro la paz en Irlanda del Norte.

Johnson fue elegido primer ministro para "llevar a cabo el Brexit". Al hacerlo, ha puesto en peligro la integridad de su país. Su tarea más importante para el resto de su mandato es mantener la unión. Si no lo consigue, no pasará a la historia como el hombre que liberó el Reino Unido, sino como el hombre que lo destruyó.