Por Leonardo Vinci
En estos días se celebra un nuevo aniversario del reencuentro de los compadres, dejando atrás sus diferencias. Con el abrazo de Monzón quedó sellada la suerte del Uruguay.
Llegaron a un acuerdo tras un par de horas de conversación, sin más testigos que las paredes de un viejo rancho en las Puntas del Miguelete. Muchos nuevos historiadores, aún hoy, discuten las circunstancias de ese encuentro con la finalidad de minimizar la figura de Rivera, como si los detalles importaran más que el hecho.
El historiador Lincoln Maiztegui Casas ha dicho al respecto "De todas las polémicas de nuestra historia, esa me parece la más tonta. Porque desafía el sentido común, y cuando (eso ocurre) no se puede seguir hablando. Ni Lavalleja le iba a dar el mando de tropa y el cargo que le dio a una figura cuya fidelidad era sospechada, ni Rivera, -si se hubiese pasado porque lo hubiesen obligado en ese momento- hubiera ganado (la batalla de) Rincón, precisamente contra Bentos Manuel que había sido amigo personal de él. Hubiera aprovechado para pasarse nuevamente al otro bando, cuando en realidad, con una táctica de guerrillero genial, da vuelta la batalla."
Escribía Rivera el 19 de setiembre de 1826, camino a su refugio en Santa Fé -dónde armaría la decisiva conquista de Las Misiones orientales- a su amigo y confidente Julián de Gregorio Espinosa: "Podrá ser mi amigo, un crimen de alta traición el haber sucumbido al fuerte poder de los portugueses que nos esclavizaron 5 años y este tiempo haber sufrido todos los martirios que proporciona un tirano que triunfa; haber luchado contra la expertesa y vigilancia de los dominantes. Sacar partido de nuestra misma esclavitud para en tiempo oportuno darle al país su libertad, que había perdido y con ella mucha sangre vertida y arruinada... Puede ser mi caro amigo que haya sido crimen de alta traición que a la pasada del General Lavalleja a la Banda Oriental en el año 25, yo me aviniese con él, pusiéramos en planta un plan que habíamos convenido mucho antes del desenrollo del Brasil y que no había tenido efecto por acasos que suceden, pero que yo le había seguido y esperaba una oportunidad. Puede ser un crimen de alta traición la parte que en consorcio de aquel héroe tomé desde el día que nos dimos las manos en la barra de Monzón, en El Perdido, Arroyo Grande, hasta la Batalla del Sarandí..."
Días después, decía Rivera en una carta enviada el 3 de octubre de 1826 ya desde Santa Fé: "Pero, amigo, lo que puede la ignorancia o la ingratitud y mala fe, no pierden estos miserables un solo momento de hacerme aparecer como traidor, la puta que los parió, traidor les he de dar yo si se descuidan".
Lo cierto es que Rivera logró mantener intactas las tropas que se pudieron salvar del ejército oriental durante la ocupación y esa fuerza militar fue la que posibilitó la extraordinaria victoria de Rivera en Rincón, y después -junto con Lavalleja- "sable en mano y carabina a la espalda", en Sarandí. Luego, la increíble toma de las Misiones, que es el desencadenante para terminar la guerra y convertirnos en República.
Prueba irrefutable surge del Foreign Office donde está archivada la misiva de Lord Ponsomby a Lavalleja del 31 de agosto de 1828: "La Independencia absoluta del país es reconocida y el establecimiento de su gobierno y constitución dejado absolutamente en manos de su mismo pueblo. A la República no se le exige ningún sacrificio ni ninguna concesión... (Pero) sobre uno de estos arreglos deseo llamar la atención... Es aquel que establece la inmediata desocupación de las Misiones por las tropas bajo el mando del General Don Fructuoso Rivera..."
Extraño país el Uruguay, donde hay gente que sólo respeta a un General que se fue derrotado y no admira a los dos compadres que nos dieron la independencia.