Lula mártir: cuando la pasión oscurece la razón

Por Jorge Ciasullo

En los últimos días, toda la izquierda ortodoxa se ha enfervorizado y “horrorizado”, por el hecho de que habría habido contactos entre el juez Sergio Moro y los fiscales del “lava Jato”, con el objetivo de coordinar acciones para condenar al ex presidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva-lo que está prohibido constitucionalmente- por lo cual debería anularse todo el proceso y liberar a Lula de inmediato.

En primer lugar – más allá de la autenticidad de los audios, que con las tecnologías actuales pueden tergiversarse - lo que sí se sabe es que la copia de los chats intercambiados, y las conversaciones telefónicas fueron obtenidas mediante “hackeo” ilegal, realizado por la página Intercept Brasil. Lo que también se sabe, es que esas acciones son, sin discusión, totalmente ilegales y que ello se hace por encargo, lo que obviamente, dada la alta tecnología necesaria para realizarlo, no es gratis. La pregunta entonces debería ser: ¿quién encargó dicha acción?

Además, se han publicado frases y mensajes parcialmente- fuera de contexto- sobre el particular, ha sido terminante el expresidente Fernando Henrique Cardoso quien sostuvo que “la divulgación de mensajes entre el juez y el fiscal de Lava Jato es una tempestad en un vaso de agua. A menos que haya divulgaciones más comprometedoras”.

Por su parte el Juez Sergio Moro, sostuvo la invalidez de las transcripciones por “la falta de identificación de la fuente responsable, por la invasión criminal de los celulares de los procuradores, así como la postura del sitio, que no entró en contacto antes de la publicación, contrariando una regla básica del periodismo”.

En definitiva, sobre este aspecto está investigando la Policía Federal, procurando identificar a los responsables, quienes, si son ubicados, deberán enfrentar penas muy duras y, si son extranjeros, además de cumplir la pena sufrirán la posterior expulsión del país.

Si esas investigaciones tienen éxito, tal como sostuvo el periodista y escritor Polivio Braga, se terminará la “euforia de los corruptos”.

Es que parecería olvidarse- o no- que el expresidente Lula ha sido juzgado con todas las garantías del debido proceso. Largo sería enumerar todas las instancias cumplidas, que se inician en marzo de 2014, con la investigación policial y judicial hasta la decisión, en abril de 2018, del Tribunal Supremo, por la que se rechaza el último recurso del expresidente brasileño. En este largo período, se destacan las detalladas confesiones – bajo el sistema de testigos protegidos para disminuir la condena- del presidente de la Constructora Odebrech, Marcelo Odebrech y los posteriores juzgamiento y condena por corrupción del ex Jefe de Gabinete de Lula, José Dirceu y la acusación por enriquecimiento ilícito a Lula en marzo de 2016. El intento de la entonces presidente Dilma Rousseff, en el mismo mes de marzo, de nombrar ministro a Lula, para beneficiarlo con inmunidad, cargo que ocupó un día, en razón que el magistrado del Supremo Tribunal Federal (STF) Gilmar Mendes suspendió el nombramiento y por lo tanto le quitó la pretendida inmunidad, etc.

Si todo lo anterior no fuera suficiente, creemos ilustrativo y terminante la carta del 26 de setiembre de 2017, por la cual Antonio Palocci, solicitó la desafiliación del Partido de los Trabajadores (PT). Palocci, ministro de Hacienda de Lula, fue destituido por enriquecimiento ilícito. Posteriormente, ministro del Gobierno de Dilma Rousseff, también destituido luego de seis meses en el cargo, acusado de haber mediado en la concesión de contratos amañados entre Petrobras y empresas privadas, para la construcción de dos grandes plataformas petroleras.

Transcribimos algunos párrafos de la mencionada carta:

“Se lo errores e ilegalidades que cometí, asumo mis responsabilidades. Pero no puedo dejar de destacar el impacto de haber visto a Lula, sucumbir a la peor política en los mejores momentos de su gobierno...”

“Es un hombre (Lula) en palabras de Barack Obama, que se divorció definitivamente del niño rústico, para navegar en el terreno pantanoso del éxito, sin críticas, donde “todo es posible”, donde la corrupción, los desvíos y los trastornos (de personalidad), que se acumulan, son apenas detalles, notas al pié de página en el oscuro escenario que pagaron todo y a todos...”

“Nada importaba, ni siquiera el error de elegir y reelegir un mal gobierno, que redoblaba sus apuestas equivocadas, destruyendo una a una, cada uno de los avances económicos, tan costosamente alcanzados...”

“Un día Dilma y Gabriela, dirán la perplejidad en la que nos asumió, después de una fatídica reunión en la biblioteca de Alvorada, cuando Lula encargó repartir las propinas, con el mismo tono, sin ceremonias, siendo la escena más chocante que presencié, del derrumbe personal y moral más grande del liderazgo popular que el país construyó en toda su historia.  Hasta cuándo vamos a continuar el cuento proclamando a “el hombre más honesto del país”, que recibió apartamentos de regalos y hasta el predio del Instituto, todo registrado a nombre de Dona María (esposa de Lula). ¿Al final, somos un partido político bajo el liderazgo de personas de carne y hueso o somos una secta guiada por una pretendida divinidad?”

Por nuestra parte, sólo cabe recordar que un tiempo atrás, cuando se iniciaba el proceso a Lula, en una reunión social, en la que participaron políticos brasileños y uruguayos, se le preguntó a una destacada personalidad del país norteño, si realmente Lula era responsable o participaba en los actos de corrupción, por los cuales estaba siendo acusado. Su respuesta fue tan breve como terminante: “Lula es el jefe de la banda”.