Nuestra bandera no es un trapo

Por Leonardo Vinci

A raíz de desafortunadas y recientes expresiones de un comunicador, recurrimos a casi olvidadas páginas de nuestra historia, para comprender mejor el significado de nuestros símbolos patrios.

Corría 1516 cuando fue descubierta por los conquistadores la Isla Martín García.
Su nombre se debe al despensero de Juan Díaz de Solís, muerto a bordo y enterrado en ese pequeño territorio disputado tanto por España como por Portugal.

Años después de haber sido ocupada por Giuseppe Garibaldi en 1845,- ya terminada la Guerra Grande,- el comandante francés Le Prèdour,- que la custodiaba,- se retiró de la misma, enviando sendos comunicados a los gobiernos de Montevideo y Buenos Aires, expresando que: “La suerte de la isla debía depender de los arreglos que se formaran entre el gobierno de la Confederación Argentina y el de la República Oriental del Uruguay”.

La Isla había constituido el objetivo militar de las fuerzas en lucha y pasó a ser custodiada por una guarnición oriental, bajo el mando de Timoteo Domínguez.

Éste sintió la vocación por la carrera de las armas desde muy joven y sirvió bajo las órdenes de Don Fructuoso Rivera, destacándose en combates tan memorables como  India Muerta (el 27 de marzo de 1845), o San Antonio (el 8 de febrero de 1846).

Una vez enviada la misiva por Le Prèdour, Buenos Aires reclamó enérgicamente la entrega de la Martín García mediante una nota diplomática, manifestando que se debía hacer entrega de la isla a las autoridades argentinas, previniendo que entre los días 10 al 15 de marzo de 1853 partiría una fuerza militar suficiente para tomar definitiva posesión de la misma.

El gobierno de Berro cedió ante la imposición argentina y así se lo hizo saber a Domínguez, que con un grupo de orientales se encontraban ocupándola en forma pacífica pero con algunos pertrechos militares.

Barcos y tropas bonaerenses llegaron el día 16 de marzo de 1853 a la Isla, cuando el Jefe oriental ya había recibido instrucciones del gobierno de Montevideo de entregar la guarnición a las tropas porteñas.

Lo que se sabe es que Domínguez,-valiente y digno soldado,- reunió a sus hombres, a las cinco mujeres y los tres niños de la isla, les formó ante la bandera oriental que flameaba y pronunció con impotencia la frase “esta bandera ni se arría ni se entrega”, luego tronchó el mástil con un hacha, se lo cargó al hombro, subió al ballenero “Venecia” y partieron hacia la Colonia del Sacramento, abandonando la isla Martín García.

Esta es una historia de coraje y patriotismo, poca conocida, que merece ser recordada y valorada por las nuevas generaciones y muy especialmente por quienes consideran que nuestra bandera es tan solo un trapo.