¡Sí, juro!

Por Fátima Barrutta

Es como si hubiera tres países en uno.

Hay un Uruguay que no quiere cambiar, que se aferra a un Estado voluminoso donde no es necesario y reticente donde hace mucha falta. Ese es el Uruguay de quienes aún apoyan al Frente Amplio.

Un segundo Uruguay es el que busca un cambio hacia una mayor equidad, hacia la recuperación de un país de oportunidades en el que la gente solo se distinga por sus “talentos y virtudes”, al decir de un sabio precepto constitucional. Es el Uruguay de la inmensa mayoría de la oposición.
Y hay un tercer Uruguay que también quiere un cambio, sí, pero un cambio para peor: un intento sistemático de seguir destruyendo valores que nos han distinguido en el concierto internacional desde los albores del siglo XX.

Quienes representan a este tercer Uruguay son algunas corporaciones que presionan para lograr reivindicaciones particulares, contrarias al interés general.

Tal es el caso de la Asociación de Docentes de Educación Secundaria de Montevideo (Ades), que en una declaración intempestiva acaba de solicitar al Consejo Directivo Central de la Anep, que elimine la obligatoriedad de la Jura de la Bandera.

Como ha pasado en otras oportunidades, el sindicato no pierde la ocasión para agitar el fantasma del fascismo: así adjetiva una tradición nacional unida desde siempre al respeto a la Constitución y la Ley y la defensa de la libertad.

Bien dijo nuestro precandidato, el dos veces presidente Julio María Sanguinetti, que la Jura de la Bandera “es una expresión simbólica de la fidelidad a la independencia del país y su república democrática” y que el pedido de los profesores representa “la pérdida de los valores en el Uruguay”.

Los docentes agremiados en Ades deberían saber que hay quienes nos sentimos orgullosos de ser uruguayos, de pertenecer a un país democrático y republicano con una larga tradición de defensa de la libertad, la tolerancia y la justicia social.

Cuando nos embarga la emoción al jurar la Bandera, no es por un nacionalismo malsano ni violentista, sino por el honor y el orgullo de formar parte de una construcción democrática ejemplar, regada por grandes hombres y mujeres que dedicaron su vida a hacerla posible.

Los integrantes de Ades llegan al extremo de deplorar tener que concurrir a ejercer sus funciones en el feriado del 19 de junio, que es algo que hacen todos los trabajadores uruguayos, porque se trata de un feriado laborable.

Hay dos interpretaciones de esta crítica intempestiva, absurda y a destiempo.

Por un lado, la entronización de una concepción materialista y consumista, que deja de lado valores intangibles caros a todos los uruguayos y los reemplaza por un sentimiento de desapego, una adhesión a la tan denostada “globalización” que barre con la identidad cultural e histórica de los países.

Por otro lado, la propuesta de Ades demuestra un paso más en la voluntad sistemática de estos sectores, generalmente identificados con la izquierda radical, de desmontar uno por uno los referentes espirituales de la sociedad, aquello que nos une más allá de banderías y colores políticos, aquello que nos identifica como uruguayos y nos enorgullece como nación. No todo es Tinelli. No todo es Marx. También existe el honor de pertenecer a una comunidad de hombres y mujeres libres, cuyas voces, a veces coincidentes y a veces discrepantes, construyen un Uruguay inclusivo y liberal.

Por eso yo preferiría que, en lugar de jurar la Bandera una sola vez en la vida, la juráramos más a menudo. Me pasó hace unos tres años. Perdí el certificado de mi época escolar y tuve que jurarla nuevamente, en la escuela Zorrilla de San Martín de la calle Julio César. Sentí una emoción muy especial cuando dije “sí, juro”, rodeada de niños.

Los ritos nunca son vacíos: están cargados de un contenido espiritual que une a las naciones y les da sentido.

Ojalá el Uruguay de los destructores dé paso al de quienes construimos, con pasión por la justicia y la libertad.