Por Francisco Berchesi
En tiempos en los que un solo tema acapara todas las noticias y sobremesas, con cifras en rojo que nos alarman permanentemente, hay que levantar la cabeza para entender que esto sigue.
Si de nuestras convicciones hablamos, la razón prima por sobre todas. Por tanto, el foco en el tratamiento y las medidas de la pandemia es clave, siempre y cuando logremos, entre tanta lucha, entender que habrá un día después. Que llegará el momento en el que vuelva nuestra cotidianeidad y allí tendrá que haber tierra fértil en muchos campos.
El apoyo a las ciencias y su desarrollo parece innegable, sobre todo en esta generación que presenció de primera mano su humanismo y aportes no solo al desarrollo sino a la supervivencia de nuestra especie. Demostró, una vez más, no ser tan solo la salida de los peores momentos sino la vía más efectiva y segura de desarrollo.
El realismo puro indica que las guerras son las que aportan los mayores avances tecnológicos. Tienen su punto, siempre y cuando no dependamos nosotros y nuestra economía de que estas ocurran para realizarlos. Los racionales, como quien escribe, apuestan a las ciencias y su método.
Pero más allá de este virus, que parece ser el árbol, hay que ver el bosque que queda para quienes tengan la suerte de evadirlo.
El porvenir es nuestro desvelo, sí. Pero a veces siento que se utiliza como un buen slogan de campaña y allí llega el día a día para taparnos de tareas, noticias y actividades. Entonces, a veces por voluntad propia y a veces por inercia nos sumergimos en el presente, en ese árbol que tengo en frente y allí viene el siguiente, y el siguiente... Para nunca anticiparnos al otro y así nunca elegir un ritmo.
El sistema político es, a mi entender, el mayor deudor en esta temática.
No hablo del marketing ni de las campañas, hablo del manejo diario del político y de la política en sí misma. Hablo de encontrar esos grandes proyectos, esos desvelos de antaño que perseguían durante toda su carrera. Ideas y gente que no se suben a la primera ráfaga de viento para no volver, esas hay que saberlas leer por el bien de los partidos y nuestro gran país.
Lo que extraña este país no son los viejos caudillos ni los grandes líderes de masas, es su ética de trabajo. ¿O pensamos que los más renombrados, los que cambiaron el rumbo de nuestra historia, lo hicieron y lograron por sí mismos? Es un rotundo no.
No basta ni con cinco asesores parlamentarios, ni con agrupaciones de innumerables militantes. Hablo de que estos se vuelvan a rodear, como antaño, de gente que piense el Uruguay de una buena vez. Díganle bosque, porvenir, futuro...da igual. Quiero que se escuche mi llamado.
Quizás no llegue a buen puerto con estos pedidos que traigo, que no son sólo míos sino de los niños que aún no nacieron y de los que ya están viviendo en asentamientos irregulares mientras se les avecinan profundas heladas matinales y nocturnas.
Pero déjenme dejar algo en negro sobre blanco: ese puerto lo estamos construyendo igualmente. Por tanto, si no encuentran uno, conozco un buen grupo de albañiles que día y noche se pone manos a la obra, transitando estas tinieblas nocturnas, pero sabiendo que sin importar que tan oscura sea esta, a la mañana siguiente siempre va a salir el sol. Y cuando eso ocurra, el país tiene que estar andando.
¿Qué país queremos esa mañana siguiente?
Para tener con qué responderla y saber qué responder, es que abrimos Acción. Nuestra agrupación para trabajar por nuestro país, su gente y pensar el futuro.