45 años
Por Julio María Sanguinetti
Parece mentira pero han pasado ya 45 años de aquellos trágicos días de febrero de 1973, en que se desbordó el poder militar y subordinó al gobierno civil. Fue el comienzo del golpe de Estado que culminó el 27 de junio, cuando se cerró el Parlamento. Es un caso extraño de golpe desarrollado en cuatro meses, como en cámara lenta.
Decimos que parece mentira porque esos acontecimientos siguen en el debate y mantienen una indiscutible actualidad. Lo que es tan evidente como la falsedad que sobre esos hechos sigue instalada en la versión frentista, que saltea su apoyo al golpe militar. La entonces CNT, el Partido Comunista, el Partido Socialista, el Partido Demócrata Cristiano y el propio Frente Amplio como coalición, siguen recordando el episodio con un impudor (para no hacer una calificación más dura) que realmente asombra. Hablan de una dictadura a la que estaban dispuestos a afiliarse no bien le ofrecieran algunas promesas, que ellos ya veían configuradas en los propios Comunicados 4 y 7, la proclama del régimen.
Apenas se registra que en el medio militar hubo una resistencia institucional, en la Armada, conducida por el Vicealmirante Zorrilla, oficial de honor, de convicción batllista, que sería luego Senador y Embajador en representación de nuestro Partido.
Al final de cuentas, si el Frente Amplio no pudo subirse al carro ganador fue porque la tendencia militar que predominó le bajó de su pretensión.
Lo peor es que en los programas liceales, y aun escolares, se difunde la falsedad sistemáticamente y, como es natural, han tenido un relativo éxito en borrar su expreso apoyo al golpe. Últimamente, libros con evidencias abrumadoras como los pronunciamientos textuales (en periódicos, Parlamento y discursos) de los líderes frentistas a favor de la acción militar, vienen haciendo una lenta recuperación de la verdad. Pero es lenta y difícil frente a un aparato que tiene en el Estado una herramienta poderosa.
A cuenta de mayor cantidad, y con un pedido de paciencia para largas lecturas, recordemos algunos pronunciamientos de líderes frentistas en aquellos dramáticos días en que había que definirse a favor o en contra de la Constitución y ellos soslayaron ese dilema de hierro para intentar sumarse a los comandos sublevados, en nombre de una presunta oposición entre “pueblo y oligarquía”.
El 9 de febrero, la CNT emite una proclama brindando “apoyo crítico” a la sublevación militar. “Para el logro de estos objetivos no hay fronteras entre los orientales honestos: civiles y militares, sacerdotes y laicos, obreros y estudiantes, profesionales, jubilados...” (“El Popular”, 10 de febrero de 1973).
El mismo día, el Comité Central de Partido Comunista emite una declaración en que dice que los rechazos al marxismo y al comunismo de la proclama militar “no invalidan en lo más mínimo la apreciación positiva de esos documentos programáticos, y, más generalmente, de la postura que adoptan las Fuerzas Armadas. Sin duda, los hechos ocurridos en estos días han asestado un duro golpe a la política pachequista y el país atraviesa un momento que, mirado en la perspectiva histórica, tiene un signo positivo.” (...) “Por sobre la divisoria real y profunda de la sociedad uruguaya, el enfrentamiento irreconciliable entre la oligarquía y el pueblo, sigue plenamente vigente. Y es, en definitiva, en el pueblo, en la unión de los orientales civiles y militares, donde reside la supremacía de la victoria en la lucha”.
El General Seregni, en acto público en la Avenida 8 de octubre, en la misma noche del 9 de febrero en plena sublevación, reclama la renuncia del Presidente: “...es un imprescindible gesto patriótico, idóneo, necesario para insinuar un camino que conduzca a la reunión de todos los orientales honestos. La presencia del señor Bordaberry entorpece las posibilidades de diálogo. La renuncia del señor Bordaberry abriría una perspectiva de diálogo. Y solamente a partir de ese diálogo restablecido es viable la interacción fecunda entre pueblo, gobierno y Fuerzas Armadas, para comenzar la reconstrucción de la patria en decadencia”.
Copado Montevideo por los tanques del Ejército, cercada la Ciudad Vieja por la Armada, el sábado 10, la CNT parlamenta con los militares. Gerardo Cuesta, en el local de ADEOM, informa de esa situación y dice que “reconocimos que hay aspectos positivos dentro de los 19 puntos planteados”. “En tanto la oligarquía usó a las Fuerzas Armadas como elemento de represión, las Fuerzas Armadas hicieron su experiencia, calando hasta el hueso en los problemas del país. Y esa experiencia va teniendo expresiones. No olvidar que en abril, cuando Bordaberry quiso utilizar el poder militar contra los trabajadores del transporte en huelga, las Fuerzas Armadas respondieron que esa era responsabilidad del Poder Ejecutivo. Debemos incidir en el proceso de forma tal que empujemos hacia nuestros objetos estratégicos...” (“Ahora”, 16 de febrero de 1973).
El “New York Times” publica un artículo en que no ve competencia para gobernar en los militares y añade: “El programa de reconstrucción nacional de diecinueve puntos emitidos por los jefes militares, parece inspirado en la torpe gestión de la Junta peruana y delata un enfoque simplista de temas complejos”. El diario comunista uruguayo (“El Popular”, 19 de febrero de 1973) le responde violentamente bajo el título “Insolencia yanqui”: “Los imperialistas norteamericanos que insultan a la Junta Peruana porque ha recuperado para la nación peruana importantes riquezas que estaban en manos extranjeras y tomado medidas que hieren a la oligarquía de dicho país, se expresan con disgusto y desdén por los objetivos expuestos por las Fuerzas Armadas en los comunicados 4 y 7, porque más allá de sus limitaciones, plantean la preservación de la soberanía y la libertad de decisión...”. “Una reacción patriótica tiene que sacudir a todos los orientales honestos. Los militares uruguayos, sin duda, rechazan los conceptos del New York Times, pero todo el país es el que debe repudiar la insolencia yanqui”.
El diario “Ahora” (14 de febrero de 1973), vocero del Partido Demócrata Cristiano, saluda la insurrección militar: “No nos sorprende que la activa y dramática participación de las FF.AA. en el breve lapso del último año, las haya conducido a un convencimiento que amplios sectores de la opinión pública tienen desde hace luenga data. Que una institución de honda tradición nacional, donde existen hombres dotados de alta capacitación técnica, hayan advenido al entendimiento de que los problemas de seguridad y la erradicación de las variadas formas de la subversión no se agota en la mera acción represivo-militar, de que se hayan aplicado a hurgar en la etiología del fenómeno y que más allá de esta indagatoria, hayan afrontado la compleja tarea de aportar sus esfuerzos en la búsqueda de soluciones, es altamente positivo”.
Pasado los sofocones de la crisis, el diario comunista (“El Popular”, 15 de febrero de 1973) dice: “Sorpresa le ha causado a El País que la prensa frenteamplista entendiera positivo el documento programático de los militares. Desazón, se la admitimos como plenamente lógica; sorpresa no. Porque en el pueblo y en sus organizaciones legítimas, siempre ha habido total coherencia en la defensa de las necesarias transformaciones. (...) ¿Que hay en el programa omisiones o insuficiencias? Cierto, y así lo hemos dicho con total franqueza. Pero las propias FF.AA. han afirmado que los estudios que realizaban no estaban aún terminados; y nada es estático cuando hay en particular, como en el Uruguay, la necesidad, la conciencia y la necesidad”.
Por su parte, el líder demócrata cristiano Juan Pablo Terra (“Ahora”, 16 de febrero de 1973) escribe sobre “la respuesta militar”: “No tenemos por qué, cualquiera hayan sido las críticas que hemos hecho, y mantenemos, a actuaciones de las Fuerzas Armadas en períodos recientes, y por mayor que sea la convicción en nuestros propios objetivos y en nuestro propio camino, negar que sea esta, también, la respuesta de conciencias uruguayas angustiadas por el destino de este país a la deriva. Si hemos estado dispuestos siempre a encontrar salidas a partir de la destrucción pachequista, si hemos dicho que hay que pensar hacia el futuro, debemos tratar de entender simplemente lo que esto significa”. Días antes (el 11 de febrero), Terra había escrito: “Desde luego que vemos con interés cualquier propuesta que ponga sobre la mesa de discusión, algunos grandes temas de las transformaciones que el país necesita, expulsados durante años por la morbosa temática del pachequismo”. “Todos tienen un lugar en el esfuerzo de reconstruir el país: partidos políticos, movimiento sindical, Fuerzas Armadas”, agregó.
En el Club Platense, reunido el Partido Demócrata Cristiano, Juan Pablo Terra proclama la “auspiciosa ruptura de la alianza trágica entre la ultra derecha y las FF.AA.”, reconociendo que los comunicados militares “por primera vez ponen sobre el tapete el problema de las estructuras del país y sus problema reales”. Sostiene que “el Partido no pretende volver a la vieja institucionalidad uruguaya ya vacía de contenido” (“Ahora”, 17 de febrero de 1973). Nada menos.
En la misma edición del órgano demócrata cristiano, se publica una evaluación de los hechos realizada por el General Seregni en un discurso: “Acerca de los recientes sucesos se dice que es un conflicto entre el poder político y el poder militar. Sin duda que es así. Pero no debemos contentarnos con tal comprobación, sino comprender mejor su índole especifica, determinar sus contenidos. Es necesario percibir cuál es la índole de los que detentan el poder político y cuál es la índole de la evolución de las Fuerzas Armadas. (...) la oposición poder político-poder militar debe ser juzgada y entendida a la luz de su intersección con la oposición política fundamental: la de la oligarquía y el pueblo”.
El entonces senador comunista Jaime Pérez hace un detallado informe de todos los episodios al “activo” de su Partido. Comenta los comunicados militares: “Hay en ellos un reflejo del clamor popular por transformaciones. Y por cierto que esto no cayó como maná del cielo. Por obra de una lucha de años del movimiento obrero, del Frente Amplio, de nuestro Partido, hay conceptos básicos que se han transformado en patrimonio de las más amplias masas. (...) Los documentos de las Fuerzas Armadas abren una brecha clara entre sectores de la oligarquía y las Fuerzas Armadas: esto es positivo y es inédito. No era ésta la situación de los años 68 en adelante ni la que imperaba luego del 14 de abril: 1) Antes las Fuerzas Armadas eran utilizadas para militarizar a los trabajadores, llevar presos a los que denunciaban los ilícitos, afirmar el poder de la oligarquía. 2) Ahora, los que están en el banquillo de los acusados son los partidos tradicionales, el reeleccionismo, la 15, los blancos baratos. Aparece descolocado Wilson Ferreira, que ahora sale a atacar al Frente Amplio”.
Podríamos seguir. Por ejemplo con los comentarios de Vivián Trías, el líder y teórico socialista que era entonces —como acaba de saberse— el jefe regional del espionaje checoslovaco. Algo triste realmente, muy triste. Espía extranjero de una policía secreta de un Estado totalitario... Pues bien, en un delirante análisis, completamente alejado de la realidad y exhibiendo su entusiasmo pueril por el cuartelazo, Trías explicaba: “Las fuerzas armadas no quedan al amparo del torbellino. Al aproximarse las fases del desenlace, cuando las contradicciones se agudizan, aquellas, depositarias, precisamente, de las más avanzadas técnicas de la violencia, son presionadas, solicitadas, acuciadas por las clases en pugna. (...) La experiencia histórica del siglo XX es categórica al respecto. Las más importantes revoluciones sociales han resultado victoriosas, entre otros factores, porque, por lo menos, una parte fundamental del ejército del régimen caduco se pasó a sus trincheras. (...) Hoy es más verdadera que nunca la afirmación de marxista alemán W. Liebknecht: «La revolución no se hace contra el ejército, ni sin el ejército, sino con el ejército»” (“El Oriental”, 24 de febrero de 1973).
Podríamos seguir, como ya dijimos, con innumerables citas más. Con éstas —por el momento— es más que suficiente y reflejan sin atisbo de duda el prácticamente unánime respaldo frenteamplista (con la honrosa excepción del Dr. Carlos Quijano, director de “Marcha”) al golpe, pretendiendo integrarse a un régimen cívico militar, por fuera de la Constitución, que entendían les sería afín.
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