Asunto crucial: ¿Qué evaluaremos?
Por Julio María Sanguinetti
Hace pocos días se hizo pública la instalación del nuevo Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEED), que —creado por la ley de 2008— no había sido puesto en funcionamiento y ahora llega luego de un insistente reclamo opositor.
Es indudable la trascendencia de esta institución. Nuestro país carecía de un organismo independiente que evaluara resultados y permitiera medir de un modo objetivo la eficacia de un sistema educativo que cuesta cada vez más a la sociedad y no logra responderle con una juventud mejor preparada. La crisis hoy es reconocida con generalidad, desde el Presidente de la República para abajo, con la sola excepción de los sindicatos de docentes, que estiman que estamos en el mejor de los mundos.
Estas gremiales ya han salido públicamente a establecer que el Instituto supone relegar las evaluaciones del sistema internacional PISA para “compararnos con sistemas educativos más parecidos al nuestro”. Reiteran su histórica oposición a esa medición internacional, que simplemente ha desnudado una precaria realidad latinoamericana. Lo grave es que el propio Presidente del Codicen, profesor Tinetto, de un modo confuso dice que la idea es “obtener indicadores de resultados y procesos para encontrar con qué compararnos a nosotros mismos frente a la región y el mundo”.
La visión sindical está clara: tenemos que cotejarnos con los vecinos, que tradicionalmente —salvo Argentina— estuvieron siempre por detrás de nosotros. Y alejarnos —sobretodo— del vilipendiado sistema PISA, porque nos compara con el resto del mundo, desde México a Finlandia, desde Brasil a Corea, o sea los países con los que —en un mundo globalizado— tenemos que convivir y competir.
Uruguay se sumó a ese mecanismo internacional desde el año 2003 luego de realizar, a nivel nacional, pruebas estandarizadas de rendimiento en escuelas públicas, privadas y rurales. Éstas empezaron en 1996 con los alumnos de 6° año, luego se realizaron en 1998 con los alumnos de 3er año y en 1999 se cumplió un Censo Nacional de Aprendizaje en los 3os años de Secundaria y UTU. Con lo cual queda claro que los técnicos de Anep ya trabajaron seriamente en evaluación y que el Uruguay, cuando en buena hora se incorporó al PISA, lo hizo ya preparado por ese esfuerzo previo.
La ley que creó el novel Instituto le dio como cometido “evaluar la calidad educativa” y “garantizar el derecho de los educandos a recibir una educación de calidad”. Más claro no pudo ser el legislador y más claro no puede estar hoy, en la sociedad uruguaya, el reclamo hacia el sistema educativo de que la nueva generación esté a la altura de las exigencias propias del mundo globalizado, producto de una formidable revolución científica y tecnológica que hasta ha rebasado a países de larga tradición.
Damos la voz de alerta. No es posible crear un instituto para la mediocridad, que renuncie a mirar hacia los mejores y, en vez de ello, tome como parámetro a los más parecidos. El PISA ha mostrado que toda América Latina está muy por detrás de Europa y de Asia, razón por la cual ha sido cuestionado. Ahora, la idea de mucha gente influyente en el sistema educativo es ignorar la realidad que desnudó y buscar la solución conformista de medirnos con aquellos con los que compartimos el atraso.
Nos consta que el nuevo director técnico es persona seria y que seguramente procurará orientar el instituto conforme al espíritu de su creación. Su sola designación habla bien, además, del consejo que lo dirigirá.
En medio del ruido provocado por el cierre de Pluna, aún no se le ha dado suficiente trascendencia pública al inicio de esta institución fundamentalísima para el futuro nacional.
Si estamos contestes en que, como sociedad, solo llegaremos hasta donde alcance la capacitación de nuestra gente, evaluar permanentemente la calidad de la educación es una exigencia crucial. Es de vital importancia que esta nueva institución, nacida con tantas expectativas, no quede mediatizada desde el inicio por esa visión retrógrada de gremiales que consideran “punitivo” medir el rendimiento de los alumnos. Confiamos en que sus autoridades y sus técnicos puedan resistir el embate de quienes aún viven aislados por un Muro de Berlín mental que les impide observar el mundo que nos ha tocado vivir.
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