Batlle y Ordóñez (1): interpretación de una época
En el marco de las jornadas de formación política desarrolladas por el Partido Colorado, el exvicepresidente Luis Hierro López disertó sobre el significado histórico de la obra de José Batlle y Ordóñez, dividiendo su exposición en cuatro partes: la valoración del período; las fuentes ideológicas; la agenda de derechos y la educación como sustento del cambio social e intelectual. Publicamos hoy una primera parte de esas anotaciones.
La vida y la obra de José Batlle y Ordóñez fueron decisivas para moldear la civilización política uruguaya. La culminación de la etapa de las guerras civiles, que desde 1836 hasta 1904 sacudió la vida del país, y la sustitución del modelo fratricida por una democracia asentada en la vigencia de las libertades y de los derechos, está estrechamente vinculada a la acción cívica de don Pepe.
El joven Batlle luchó contra el militarismo y contra los regímenes autoritarios, y a través de su propia acción en El Día contribuyó a consagrar la libertad de expresión. Desde 1890 inició una prédica a favor de la modernización partidaria, promoviendo una organización democrática y representativa del Partido Colorado. Fue pionero en esas ideas, adelantándose a las que en tono similar hicieron otros dirigentes y partidos. Quiere decir que su ascenso político está basado en su lucha cívica y en las propuestas modernizadoras que con enorme perseverancia planteó a la opinión pública. En esa medida, la afirmación de El Día, un diario más barato que los que circulaban en Montevideo y abierto a las nuevas tendencias culturales, fue una etapa clave de apertura intelectual.
Hacia finales del siglo XIX el Partido Colorado era un partido con fuerte raigambre popular, policlasita y con largo ejercicio de gobierno. En esa medida, según interpreta el historiador Milton Vanger, el ascenso del liderazgo de Batlle y Ordóñez se debe a la popularidad de don Pepe, que organiza sus ideas y su futuro gobierno basándose en el prestigio y la fortaleza del Partido Colorado.
Batlle no buscó la guerra, pero tampoco la evitó. Sentía la necesidad de que el país tuviera una sola ley y un solo ejército, para culminar con la tragedia de los enfrentamientos armados. El proyecto batllista significaba cambiar el fusil por la credencial, dejar atrás las armas y abrazar las urnas; restablecer las libertades y los derechos; modernizar y hacer funcionar a los partidos políticos; integrar a los ciudadanos a la corresponsabilidad de gobernar; garantizar el voto secreto. El enorme empuje que tuvo la Enseñanza completó el escenario. La legislación electoral se consagró en ese tiempo y aunque el Partido Nacional reclama su autoría parcial, no hay dudas históricas respecto a que los avances en esa materia coinciden con las propuestas iniciales de Batlle y, además, se concretan durante su predominio político.
Batlle ganó la guerra y eso lo convirtió en el gran jefe colorado, que venía con un proyecto inspirado y sanamente ambicioso. Nutrió de generosidad el proceso, al declarar tras la guerra la amnistía para los soldados saravistas, caídos “en el no siempre claro camino del deber”.
Rodeado de ministros jóvenes y competentes de todos los partidos, el gobierno de 1903 no sólo consagró la paz institucional y política, sino que además logró afianzar las finanzas públicas, En 1905, el presupuesto marcó un superávit, tras lo que hubo varios años de prosperidad de la mano de los precios internacionales. Se afianzaron las reservas de oro y el Banco República expandió su crédito en un 60%, lo que permitió realizar importantes inversiones públicas y emprendimientos. Desde 1905 a 1914, Uruguay creció a promedios del 5% al 10%. El radicalismo no implica necesariamente despilfarro ni endeudamiento.
Hacia el final de su primer período de gobierno, en 1906, Batlle y Ordóñez propuso una serie de proyectos, que se confirmarían en su segunda presidencia de 1911, que demuestran que sus ideas principales y transformadoras ya anidaban en su poderosa mentalidad. Luego fue a Europa y observó y aprendió, pero el modelo batllista ya venía moldeado de la forja colorada.
Por eso fue que Milton Vanger caracterizó a Batlle y Ordóñez como “el creador de su época”. Si bien Uruguay venía modernizándose desde 1875 en adelante –con los nuevos códigos, los avances tecnológicos como el alambrado o el ferrocarril, la escuela pública, los aportes de los inmigrantes– no hay dudas de que don Pepe fue el forjador de una nueva era.
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