China: madurez y adolescencia
Por Julio María Sanguinetti
Hizo muy bien el Presidente Vázquez en visitar al gigante asiático acompañado de una importante delegación. Pero ello no es sino continuar un camino iniciado en 1985 y que, a partir de esta nueva instancia, requiere de una silenciosa negociación, abordada con el debido rigor diplomático.
Cuando en 1988 establecimos las relaciones diplomáticas con China, el total del comercio exterior entre los dos países era algo así como 160 millones de dólares. En aquel momento se negoció lo político por un lado y lo comercial por otro, en Buenos Aires, en un fino trabajo que realizó el entonces Embajador de Uruguay en Argentina, el Dr. Luis Barrios Tassano, quien fuera luego brillante Ministro de Relaciones Exteriores cuando el Cr. Enrique Iglesias pasara a ocupar la presidencia del BID.
Desde que comenzó aquel gobierno de la restauración democrática, estaba ese tema en la agenda. Tanto es así que en 1986, cuando la reunión del GATT en Punta del Este, se invitó como observador a China, gesto que mucho se valoró en su momento. Pese a todo, la mayoría de los grandes diarios uruguayos seguía pensando que Uruguay debía preservar su relación con Taiwan y no romper ese vínculo. Pensábamos entonces que, salvo alguna propuesta muy inesperada y revolucionaria de Taiwan, nada podía llevarnos a cambiar la idea de acercarnos a una China que prometía ser potencia. Y fue así que, paso a paso, se hizo una negociación y se establecieron vínculos comerciales que comenzaron rápidamente a operar.
Hoy China es nuestro principal cliente comercial: el 23% de nuestra exportación el año pasado, delante de Brasil, que es el 14%. También es nuestro principal proveedor. Estamos hablando de un comercio de ida y vuelta del orden de los 4.000 millones de dólares.
El Uruguay cuidó particularmente esta relación y todos los presidentes, desde entonces, visitamos el gran Imperio del Medio.
Este es el marco de una relación privilegiada, que importa subrayar estos días en que el Presidente Vázquez hizo una bienvenida visita a la gran potencia. Está muy bien que lo haya hecho y que le acompañaran Ministros importantes. No están tan bien otras cosas, como haber bajado del avión al Intendente de Artigas de modo descomedido. O la superficialidad con que alguna prensa manejó el tema.
Esta visita, obviamente, tiene valor político, pero se encuadra además en una propuesta básica: Uruguay aspira a tener un TLC con China. Ello ha dado lugar a las más curiosas reacciones, empezando por el PIT CNT, que está en contra de hacer un acuerdo con Chile, un país de nuestro porte, y —en cambio— está a favor de lo que sería sin duda un paso de enorme riego si estamos hablando de un comercio totalmente desgravado.
Es evidente que Uruguay no puede ir a un acuerdo de esa naturaleza, pero que sí puede —y está bien intentar— un entendimiento que nos permita competir mejor en el mercado chino. Estamos hablando de niveles acotados y no de una eliminación generalizada de aranceles, que sería un terremoto en el país y otro parecido en la región, porque es evidente que Argentina y Brasil no aceptarían que nos transformáramos en el trampolín de un comercio triangular que les invadiría.
Se inicia, entonces, una ardua y larga negociación. Con los socios del Mercosur y con China mismo. Entre nuestro gobierno y nuestros empresarios agropecuarios, industriales, logísticos y de servicios en general.
Es un proceso importante y nadie debe disminuir su trascendencia. Pero de ahí a esa superficial explotación publicitaria de estos días, en que parecía que el Uruguay nacía de nuevo y que estábamos fundando una relación hasta entonces inexistente. No había referencias al proceso previo, no se valorizaba el enorme avance ya producido, nadie ponía parámetros para interpretar una realidad bien compleja. Hasta se volvió a hablar de rehacer el ferrocarril, promesa rotunda del Presidente Mujica, cuando afirmó que estaba pronta hasta su financiación y luego no ocurrió nada.
Pensamos que ya habrá que comenzar con los vecinos, antes de que el ir y venir de las noticias envenene el tema, con reacciones apresuradas de un lado y otro. Se sabe que Brasil ha avanzado ya mucho con India, la otra gran potencia asiática y que esto también deberá ser mirado en colectivo, dentro de un Mercosur que se encaminará necesariamente a algunos cambios fundamentales en su estructura, a favor de una mayor flexibilidad.
Nos alegramos que el gobierno empiece a vencer en algo las enormes resistencias a la libertad de comercio que aún existen en el Frente Amplio. No estamos seguros de que lo logre del todo. Pero antes que nada hay que entender que estos son asuntos serios, de negociaciones abordadas con rigor y en silencio, que no se pueden manejar con eslóganes y declaraciones estentóreas dirigidas a los titulares de la prensa. Con serpentina y globitos de colores no vamos a ninguna parte.
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