Por Julio María Sanguinetti
Como esta historia de la coalición republicana es algo nuevo, no siempre bien comprendido todavía, no faltan quienes se preguntan: ¿dónde está hoy el Partido Colorado, cuál es su presencia, cuál su rol, cuáles sus esperanzas? Y la respuesta es sencilla: está donde estuvo y estará siempre.
Primero, sirviendo a la República. Partido de las instituciones, el rol de opositor no ha sido nuestra vocación. Hemos estado en el llano unos cuantos años, pero nunca hemos sido buenos opositores, simplemente porque no es lo que sentimos. Nuestra gente hoy está en el gobierno, en el Parlamento, o en la calle, construyendo, sin especulaciones ni perfilismos demagógicos. Somos republicanos y por lo tanto creemos en el voto ciudadano y en los gobiernos constituidos sobre esa base. Respetamos a todas las organizaciones civiles o gremiales, pero no son ellas quienes deben gobernar, como por desgracia ha pasado en los últimos años en vastos sectores del Estado, como la educación. La laicidad republicana del Partido Colorado está allí, en un Estado que respeta todas las creencias y todos los intereses legítimos, pero mantiene al Estado de Derecho en su rol de árbitro superior.
Segundo, trabajando por la coalición. En mayo de 2018 planteamos la idea a los líderes blancos, sin más títulos entonces que nuestra condición ciudadana. Ella fue abriéndose camino y, finalmente, se construyó la alternativa que hoy preside con hidalguía el Dr. Luis Lacalle Pou. Nuestro rol no es simplemente votar o acompañar. Es trabajar desde adentro, con lealtad. Y pensar que si nuestra presencia fue decisiva en la elección pasada, no lo será menos en la próxima. La coalición llegó para quedarse y en ella trataremos de pelear por la mayoría.
Tercero, y esto quizás sea lo más importante, sirviendo, desde adentro, a los ideales batllistas de siempre. Cuando en la Rendición de Cuentas apoyamos decididamente un proyecto de fortalecimiento y expansión de los CAIF, creado en nuestra primera presidencia; cuando en el Presupuesto luchamos por los recursos necesarios para el proceso de reforma educativa que está comenzando ya a vislumbrarse; cuando en plena pandemia propusimos las jubilaciones especiales, los jornales solidarios y un gran fondo de inversión en infraestructura, allí alienta la idea batllista; cuando defendemos el gran proyector reformador de la forestación de inesperados enemigos...
Es más, como desmentido rotundo a las falsedades y fantasías de la oposición frentista, está nuestra garantía no solo de preservar las históricas realizaciones comúnmente llamadas del "Estado batllista" sino ampliarlas y mejorarlas. Para nosotros las empresas públicas no son una estructura burocrática congelada como plantean algunos sindicatos conservadores, con el apoyo del Frente Amplio. Por el contrario, luchamos para que ellas mejoren cada día y compitan, sirviendo mejor al ciudadano. Así fue, por ejemplo, que en 1988 abrimos la competencia en materia de telefonía celular, en un camino que ha sido rotundamente exitoso, con la misma fe con que más tarde nos opusimos a la privatización de Antel, que configuraba un monopolio privado.
No es el Frente Amplio, que destruyó ANCAP, quien puede declararse el defensor de esas empresas del Estado, que mal administró y a las que quiere burocráticas y estancadas. Por supuesto que adentro de la coalición hay quienes piensan distinto a nosotros, en una línea mucho más liberal, más ortodoxa, pero está claro donde está la coalición, en un justo medio de cuya preservación somos garantía.
El Partido está también en los jóvenes. No hay candidatos presidenciales a la vista. No hay lanzados movimientos proselitistas con la mirada puesta en las elecciones. Se han pasado, también, malos momentos. Sin embargo, la militancia juvenil es constante y efervescente. Se le ha visto, recientemente, en las elecciones universitarias. La sentimos en la militancia por el NO contra el referéndum opositor. ¿Y cuál es el misterio de este entusiasmo? No es otro que la idea rectora del Batllismo, que luego del fracaso del socialismo, hoy solo reivindicado por dictaduras, o de un liberalismo insolidario, vuelve a aparecer como Norte.
Las instituciones partidarias, pese a la pandemia, son el cimiento formal, el reducto de tradición que le da base al Partido Colorado. El Comité Ejecutivo Nacional y los Comités Departamentales trabajan con regularidad y en un clima de fraternidad ejemplar. La Convención está convocada para salir del interregno pandémico. Y quien entre al viejo patio y se detenga un instante en el cuadro de Bategazzore que celebra la construcción democrática de 1900 a 1930, con las tres imágenes de Don Pepe, entenderá por qué el Uruguay es lo que es. Y por qué aquí estamos tres generaciones que mantienen viva la llama.