Por Julio María Sanguinetti
La oposición a la reforma educativa es radical y absoluta. Nada de lo propuesto está bien. Nada. En lo personal no nos asombra porque es lo que he vivido en 1972, en 1995 y ahora de nuevo. Es la resistencia al cambio. En nombre del progresismo, se defiende el statu quo. Vamos a estar mejor no haciendo nada... Justamente es lo que hizo el Frente en la materia: nada. El Dr. Vázquez intentó cambiar y perdió. La gente en que él confió se tuvo que ir. Hasta declaró servicios esenciales, hastiado de conflictos. Y los resultados fueron concluyentes: nunca se gastó más y nunca tuvimos resultados, objetivamente medidos, más negativos.
El Codicen de aquel tiempo no pudo ni llevar a dos años la elección de horas de los docentes de Secundaria. La revuelta se lo impidió y como la voluntad de enfrentar a los gremios era muy débil, todo quedó en la nada. Mujica fue el único que los cuestionó duramente, pero solo de palabra.
La gran pregunta es: ¿cuáles son sus alternativas? ¿qué es lo que proponen de distinto? ¿dónde está el nuevo camino? Fuera de reclamar más presupuesto, el vacío absoluto.
En el conjunto del país pasa algo parecido. El Frente Amplio llegó al gobierno con la idea de "sacudir hasta las raíces de los árboles" y al final no sacudió nada. Tuvo la suerte de asumir con una suba explosiva de los precios de exportación y eso le permitió gastar más, sin otros resultados que un crecimiento transitorio que, cuando se detuvo, en el 2014, le paralizó. No es que el mundo había entrado en crisis, simplemente los precios internacionales habían vuelto a la normalidad. De ahí que la segunda presidencia del Dr. Vázquez no mostró cambios.
Dejaron un país estancado, una desocupación rampante, una educación en crisis y una seguridad con crecimiento, año a año, de todos los delitos, mientras el narcotráfico nos ubicaba en el mapa internacional del crimen organizado.
Lo positivo es que las estructuras básicas del país no se resquebrajaron. Ni las políticas ni las económicas. El "otro" modelo no apareció. Las inversiones solo llegaron en los espacios legados por los gobiernos colorados, fundamentalmente en zonas francas y forestación.
Sin embargo, uno pone el oído y oye hablar del nuevo "modelo". Mira las paredes y se encuentra los pintarrajeos contra el "modelo concentrador".
Uno se pregunta: ¿cuál es ese otro? ¿El que no pudo ponerse en marcha en los 15 años pasados? ¿El que ni siquiera logró abordar un cambio en la seguridad social, pese a los reiterados pronunciamientos de sus líderes reclamándolo?
Un vago y confuso sentimiento socialista está detrás de una retórica cargada de eslóganes y vacía de sustancia. ¿Y que muestra el socialismo hoy? ¿Cuba, que está en la peor situación de su historia, con apagones permanentes y obligatorios, escasez de todo y una emigración masiva? En los últimos diez meses salieron de Cuba 180 mil cubanos, que dejando todo atrás y arriesgando aun su vida, lograron perforar las barreras inmigratorias de los EE.UU. El desaliento de la gente, la falta de expectativas, la carencia de todo incentivo material o material, les hunde en una mediocridad sin atenuantes.
Se sigue adorando a Cuba, pero está claro que ya no se propone imitarla. Los "modelos" pasan a ser entonces los populismos. El argentino brilló fugazmente en la época de la pandemia, hasta hundirse en el fracaso. El nicaragüense ha terminado en una dictadura pura y dura. Venezuela ni hablar. Había nacido una luz con Boric y otra más incierta con Petro. La primera ha tenido el fuerte apagón de la derrota plebiscitaria. Petro, mientras tanto, se equivoca mucho en lo político, pero ha puesto en marcha un sinceramiento económico que ajusta tarifas y ubica al petróleo en la realidad. El Ministro Ocampo es un gobernante serio, ya probado, y está haciendo lo que hay que hacer, justamente lo que vitupera el discurso frentista, especialmente en nuestro mundo sindical.
El famoso "otro" modelo no está por ningún lado. La economía de mercado está en todos lados. Hasta en China. La globalización nos impone competir. La nueva sociedad digital nos exige formar ciudadanos para esa civilización que irrumpió. Nuestro Estado solidario, construido por el Batllismo, sobrevive, pero necesita sustento económico para preservar su base. Si no logramos mantener el ritmo de inversión innovadora, será difícil preservar nuestro nivel de vida. Porque no hay "otro" modelo. Todo es una fantasía que conduce a la pobreza y al estancamiento. Y más tarde a la pérdida de libertades.
Repetimos. Gobernaron 15 años y el gran cambio no ocurrió. ¿Qué es entonces lo que hoy se propone como alternativa? Desgraciadamente, solo frases. Y la vaga esperanza en un milagro que no aparecerá. La magia suplantando a la realidad.