Por Julio María Sanguinetti
El Frente arrecia en su oposición, con un clima eufórico de triunfalismo. Su presidente, Fernando Pereira, es un portavoz constantemente agresivo y diariamente presente en todos los medios de difusión que según él le retacean espacio. La verdad es que cuesta entender esos lamentos que hace de tanto en tanto, cuando ya es como una señal de ajuste de la televisión.
Sus candidatos más notorios, lo hacen en dos estilos, uno más sereno, en el caso del Intendente de Canelones, y otro airado, en el de la Señora Intendente de Montevideo, cercano al de Pereira pero con una particularidad retórica llamativa y recurrente: cada vez que se le cuestiona un tema municipal (impuestos, limpieza, circulación, saneamiento, etc.) responde cuestionando que se hable de esos temas "menores" cuando en el país existe un inventario de tragedias que luego enumera.
Todo esto viene asentándose en la medida que nos vamos aproximando a ese tiempo electoral que se sigue adelantando con perjuicio general, porque todo se hace difícil discutirlo con racionalidad.
La pregunta es, entonces, ¿qué ofrece el Frente Amplio como alternativa a este gobierno de coalición que ha enfrentado con éxito dos crisis universales y mantiene la República en un nivel de excepcionalidad que todos reconocen ampliamente en el exterior?
Para empezar, hagamos dos señalamientos políticos fundamentales: 1) el clásico sector astorista, moderado, democrático, reformista y partidario de la economía de mercado, no está hoy cabalmente representado; 2) el Frente Amplio todo muestra una dependencia automática a cualquier planteo del PIT-CNT, fuerza sindical que condiciona su actividad.
Sin ir más lejos, el PIT-CNT arrastró al Frente a la impugnación a la LUC. No logró imponer su recurso y exhibió una total carencia de razones. Mirado a la distancia es un caso paradigmático. Antel se iba a dañar y resulta que nunca ha estado más fuerte. Los desalojos abreviados degradarían el mercado de los alquileres, con enormes daños sociales. Desde ya que el "gatillo fácil" sembraría de cadáveres las calles del país. La educación pública cedería espacio a la privada. Todo ha sido exactamente al revés. Nada tenía asidero y es evidente que esto marca un estilo de acción político despegado de la realidad, dedicado a construir microclimas de disgusto. Lo triste es que en ocasiones logran generalizar esos estados de ánimo, cuando una mirada mínimamente objetiva le quitaría toda autoridad política, luego de ese espectáculo de errores, falsedades y exageraciones que fue la campaña de la LUC.
Ahora acaban de publicar un programa de gobierno llamado a ser, según su literatura, el diseño de un nuevo país y lo que resulta es una suerte de catálogo de todo lo que no hicieron en los 15 años de gobierno, pese a que los presentan como una revolución social que notoriamente no existió.
Por ejemplo, hablan de sus logros en educación, cuando entregaron el gobierno con una crisis generalizada: la mitad de los alumnos sin terminar secundaria, los peores resultados en las pruebas internacionales y nacionales y un total estancamiento pedagógico. Lo único que funcionaba es lo que sobrevivió de nuestra reforma de 1995, por ejemplo, escuelas de tiempo completo o universalización de preescolares. A Germán Rama y a mí nos dijeron de todo y si algo siguió funcionando, hasta hoy, es lo que se hizo entonces.
En su programa hasta se propone "mayor estabilidad" de los profesores en su establecimiento, cuando notoriamente no pudieron hacerlo. Se recordará, en efecto, que el Codicen frentista intentó llevar a 2 años el plazo de elección de horas por los profesores y tuvo que dar marcha atrás, ante la intemperancia de gremiales que seguían predicando la elección en cada año.
La educación es un buen ejemplo de esa subordinación política a lo gremial, que invalida toda capacidad de innovación en el gobierno. Esto ya se ha visto y experimentado. No es una ocurrencia nuestra.
Todo el programa es retórica sin sustancia, como invocar la libertad y nunca "admitir adjetivos que limiten o desvirtúen su alcance", en el mismo momento en que siguen ubicando a Cuba como una democracia "particular" y no se resignan a reconocer que los regímenes de Venezuela y Nicaragua son lisa y llanamente dictaduras.
Llegando al cuarto año de gobierno, hoy podemos mostrar la enorme capacidad de la Coalición Republicana para usar con equilibrio y eficacia los poderes del Estado ante las crisis y al mismo tiempo comenzar procesos de transformación estructural como la seguridad social y la educación. Mientras tanto el Frente, que luego de la derrota quedó un par de años colapsado, ahora solo exhibe ese tono ampuloso y exacerbado. ¿Cuál es su alternativa? Seguir a un sindicalismo "clasista" que apenas se resigna a esta maldición democrática y capitalista del mundo mientras sigue soñando con un mundo marxista que en su tiempo fue sueño y terminó en pesadilla.
El país debe mirar hacia adelante y seguir con lo que está marcha. La alternativa sería recaer en el paralizante mundo sindical.