El Estado ausente
Por Julio Aguiar Carrasco
Pertenezco a un partido históricamente estatista. Cuando digo esto debo aclarar a qué Estado me refiero: obviamente no al actual, un pulpo achanchado, ineficiente y mediocre.
El Estado cobra y cobra: pero, a la hora de brindar servicios, lo hace mal, de malas maneras y está ausente en muchas cosas.
Un tema que ejemplifica lo que digo, es el tránsito. Violento, anarquista y prepotente, caracterizan el salir a la calle.
No hay una política de prevención o pedagógica: por ejemplo, exigirle a las Academias mucha más severidad a la hora de enseñarle al alumno.
En Brasilia, capital del Brasil, por ejemplo, el candidato debe asistir a una semana de cursos, cuatro horas por día, en donde se le enseña hasta aspectos básicos de mecánica, buena educación en el tránsito, no tocar la bocina, respetar las señales. ¡Si llega diez minutos tarde, no lo dejan entrar y, al otro día, debe cumplir ocho horas!
Cuando llega a la parte práctica, dos Inspectores (uno se sienta adelante, el otro va en el asiento de atrás) fiscalizan al potencial chofer. El trayecto se realiza por decisión espontánea de los Inspectores: a diferencia de acá (ridículo) el aspirante nunca sabe por dónde lo van a llevar.
Como la ciudad fue perfectamente diagramada por Niemeyer, carteles, radares a la vista con aviso previo, semáforos, puentes que evitan cruces, etc. facilitan el manejo. ¡Cuando le colocan la multa es porque realmente cometió un error!
Los zorros grises de Montevideo están para hacer dinero: para ellos y para la Intendencia. No están para prevenir o enseñar: se esconden para poder sancionar mejor al automovilista, una actitud criticable.
Esta política acaba de desnudar una falla más, no por nueva sino por la crueldad del resultado final. Hablo de las famosas picadas, que costaron la vida de un joven de 18 años las otras noches.
Todos sabemos que se realizan en la Rambla, por Kibon, porque parece ser una especie de autopista de carreras para estos “chicos”, malcriados y prepotentes; que utilizan autos con alta cilindrada para hacerlos llegar a velocidades cercanas a los 200 kilómetros.
¿Los padres no saben que los “nenes” hacen estas cosas? No se le dio toda la publicidad que correspondía a un hecho que arruina de por vida a una familia. ¿Alguien con influencias?
¿Cómo es posible que todos sepamos donde se realizan y nadie termina con el tema? ¿Qué clase de autoridad tenemos que asume esto mirando para el costado?
Con la misma falta de solvencia que le caracteriza, la IMM salió rápidamente a decir que había hecho controles puntuales: ¡igual que con el ruido insoportable de las motos!
Una fiscalización puntual no sirve para nada. Es como decirle al de la moto sin escape, “la próxima vez”, porque “esa próxima vez” no existirá, no lo verá más y seguirá enloqueciendo a la gente con el ruido por otros lados de la ciudad.
No puede ser que se diga que no hay controles por falta de horas extras o porque simplemente, nadie quiere fiscalizar porque es de noche, es sábado, domingo o feriado.
Lo único que sirve en este y en otros tantos casos es la “tolerancia cero”.
¿Qué es? No hay contemplación para una segunda oportunidad. ¡Tan simple como eso!
Por ejemplo, las motos que están en infracción, hay que retirarlas en el momento. Agrego las multas si no tiene casco, si no tiene libreta, etc. y de allí al terreno que corresponda.
En el caso de las picadas, sacarle el auto en el lugar, aunque sea de “papá”. ¡El “nene” no podrá sacar libreta por diez años!
No estoy muy al tanto de las sanciones. Lo que debiera existir ahora es un debate muy serio y responsable entre la IMM, la Junta Departamental y el Ministerio del Interior y, si es necesario, el Parlamento.
Y una campaña previa mediática explicando detalladamente lo que se quiere hacer y los beneficios que se obtendrán.
En los Estados Unidos hay una Justicia solo dedicada al tránsito. Quizás sea hora de impulsar algo así en el Uruguay, como única forma de poner orden.
Es cuestión de autoridad, de decisión y de ejecutar. El tránsito crece día a día; si no se pone orden, nos espera un infierno macabro.
Autoridad es lo que obviamente Martínez no tiene. Está más preocupado con su campaña presidencial que con sus verdaderas tareas como Intendente.
Del Ministerio del Interior ya ni hablo, porque sé que es en vano.
¡Así vamos! De mal en peor y sin rumbo. Con ADEOM media dueña de la Intendencia y con las autoridades más preocupados por saber si en la explanada de la Intendencia corresponde o no, colocar un monumento al Maestro Tabárez, que cumplir con sus deberes. ¡Pobre país!
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