Por Julio María Sanguinetti
Respetamos la ideología que inspira al sindicalismo, aunque la creamos perimida. Lo que resulta lamentable es que, en las circunstancias presentes, se lleve a cabo -sin pena ni gloria- un paro que, bajo diversas consignas que sirven de excusa, pretendió ser una jornada de recolección de firmas para la derogación de la LUC, vigente ya por más de un año sin que hubiera ocurrido ninguna catástrofe por ello, sino todo lo contrario.
Que el movimiento sindical es importante en cualquier país democrático, no hay duda. En unos más, en otros menos, pero en todos tiene un rol a cumplir, que es la defensa de los intereses de los trabajadores, dentro de un Estado de Derecho que -como en el Uruguay- reconoce derechos a los gremios, consagra el derecho de huelga y, al mismo tiempo, lo hace con otros derechos, que deben conciliarse armónicamente. Es lo que se hace en la LUC cuando, junto al derecho de huelga, se ratifica el derecho individual del trabajador que no desee interrumpir su trabajo y el de la dirección de la empresa a acceder a ella. En una palabra, sin prohibir expresamente la ocupación (cosa que a nuestro juicio hubiera sido más claro y mejor), se atenúan sus consecuencias más irritantes en desmedro de nadie.
Este motivo circunstancial mueve al PIT-CNT a hacer punta de lanza en un referéndum que pretende derribar 34 artículos de la LUC de modo y manera que significarían un golpe moral tremendo al accionar de una Policía que viene combatiendo, con denuedo, contra un crimen organizado que campeaba como dueño en nuestro país. Podríamos entender que nuestra organización sindical discutiera los artículos relativos al derecho de huelga. No lo compartimos pero es comprensible. No lo es en cambio, de modo alguno, este disparo al barrer contra toda una ley, con nefastas consecuencias sobre la sociedad.
En ese contexto, se resuelve un paro general. Ocurrió ayer, con más pena que gloria. El transporte en general funcionó, la gente de la salud respondió con la elevada actitud moral con que viene respondiendo y siguió trabajando, acatándose la medida sin mucho entusiasmo por un buen número de gente de trabajo en el país. A todo el mundo le quedó claro que la idea fue hacer un gran movilización, la mayor posible, para recoger firmas. Es notorio que se les viene haciendo difícil, porque aunque la mayoría de la ciudadanía no está informada (y los patrocinadores del recurso de referéndum hacen todo lo posible por confundirla) cada vez son más los que advierten que este es un paso lisa y llano de oposición al gobierno, con muy lamentables consecuencias.
En un momento como este, a la altura de la batalla que se libra contra la pandemia, realmente no le hace bien al movimiento sindical aparecer en esta actitud que poco tiene que ver con los derechos de los trabajadores.
Esto nos lleva a otro tema, mucho más amplio. ¿Cómo haremos para superar las consecuencias económicas de la pandemia? ¿De qué modo recuperaremos el empleo perdido? ¿Es posible esa recuperación cuando se ha difundido el teletrabajo, se han ajustado los presupuestos de las empresas a lo imprescindible para sobrevivir y el mundo digital ha ganado espacios impensables poniendo en jaque actividades hasta hoy cumplidos por el trabajo humano?
El desafío es universal. EE.UU. ha recuperado medio millón de empleos, con un crecimiento vigoroso. A Europa le cuesta mucho más. A nosotros también nos va a ser muy difícil y por eso mismo el gobierno está proponiendo medidas variadas de estímulo a que las empresas retomen personal o contraten nuevo. Por supuesto, nunca van a ser suficientes, pero son un paso importante. El otro lo tendrán que dar empresas y trabajadores y ahí viene una gran responsabilidad social del PIT-CNT para defender el trabajo de la gente. Y cuando decimos "de la gente" hablamos de la generalidad, porque a veces se confunde este interés con el de algunos grupos sindicalizados fuertes, en sectores de actividad en que hay empresas con posición dominante. Es el caso bien conocido de la lechería, donde las condiciones de los trabajadores de Conaprole es muy difícil de extender al resto de una industria compuesta por empresas mucho más débiles. Dicho de otro modo: la prioridad debería estar en el empleo y no en condiciones de trabajo que, por su costo, simplemente pueden llevar a una mayor sustitución de personal o -en muchos casos- al cierre de empresas que pierden competitividad en el mundo exterior.
El PIT-CNT tiene una ideología contraria a la economía de mercado. Parte de una concepción "clasista" de la sociedad, preservando una perimida mentalidad marxista, aunque oficialmente no se lo reconozca. Lo sabemos y lo respetamos. Incluso hasta tuvimos una polémica académica con Marcelo Abdala, en un ámbito universitario, sobre el pensamiento de Marx. Pero el tema va más allá: el mundo es capitalista, en sus diversas variantes, más autoritarias e intervencionistas en China o Rusia, en la otra punta los EE.UU. y en el medio Europa y América Latina. Ese mundo es global. Y nosotros, desde este lugar del profundo Sur, debemos batallar para que nuestra producción tenga lugar en él. Y para que la gente pueda -ante todo- tener trabajo y que él se preste en las condiciones más dignas y justas posibles, esfuerzo que el Uruguay ha hecho desde principios del siglo XX con los gobiernos batllistas, que crearon las instituciones básicas de la seguridad social que hoy siguen vigentes.
El mundo ha cambiado. Hemos pasado de la sociedad industrial a la digital. Se venía procesando esta transición tan difícil cuando la pandemia irrumpió y en un año produjo un salto de diez en la tendencias ya presentes. Es en lo que estamos y el PIT-CNT tiene un lugar muy importante para ayudar a buscar, junto al gobierno y el empresariado, las mejores soluciones. Ellas no vendrán con paros como el de ayer. Tampoco con un referéndum contra la LUC. Todo lo contrario. Hace falta que trabajadores y empleadores hagan un gran esfuerzo por entenderse. Y que el Estado pueda ayudarlos en lo que es la prioridad mayor: el empleo.
Tenemos que mirar al mundo para entendernos mejor entre nosotros.