Por Julio María Sanguinetti
No hay mal que por bien no venga. El bien intencionado intento del Presidente Lacalle Pou y de nuestro amigo el escultor Atchugarry sobre "el águila" del Graf Spee (de tanta buena fe como equivocado, a nuestro juicio) ha tenido, sin embargo, el mérito de poner en el debate público un tema muy importante de nuestra historia que merece la más seria consideración.
Ante todo digamos que nuestro país, especialmente por su posición geográfica (quizás por suerte), no ha sido escenario de episodios de resonancia universal. Sin embargo, en la mayor conflagración de la historia, la 2ª. Guerra Mundial, ocurrió en nuestras aguas un combate de notable repercusión y una pulseada diplomática en que el gobierno uruguayo (Presidente Alfredo Baldomir, Canciller Alberto Guani, Ministro de Defensa Alfredo Campos) rayó a gran altura.
El episodio militar en sí no es tan grande (tres buques ingleses contra un acorazado), pero de enorme relevancia porque es la primera victoria de los aliados en un enfrentamiento naval que venía comandando la Alemania de Hitler, con submarinos y acorazados que prácticamente habían cortado las vitales líneas de suministro en el Océano Atlántico. El Graf Spee había hundido ya nada menos que nueve barcos mercantes, disfrazándose más de una vez y cayendo sobre sus presas como un fantasma. Estábamos en el comienzo de la guerra y Alemania avanzaba a paso de carga sobre Europa.
La batalla ocurrió el 13 de diciembre de 1939 desde la madrugada y terminaron con grandes daños los buques ingleses, especialmente el Exeter (los otros eran el Ajax y el Aquiles) y el acorazado alemán, que se refugió en el puerto de Montevideo. Se atendió a sus heridos y se permitió enterrar, en el cementerio del Norte, a los 36 marinos muertos.
Una multitud de montevideanos se agolpó en el puerto. Estuve allí, a punto de cumplir 4 años, con mi padre y toda mi familia y preservo nítido el recuerdo de una mole gris asombrando mis ojos infantiles. Había una enorme expectativa, porque podría reanudarse el combate, si el acorazado alemán volvía al mar. Al mismo tiempo se libraba una verdadera batalla diplomática entre las dos Cancillerías y Embajadas, alemana y británica, que intentaban interpretar a su favor las normas internacionales sobre la neutralidad que aún mantenía Uruguay. También participaba la de Francia en apoyo de la del Reino Unido.
La tesis británica era que si en 24 horas el acorazado no dejaba el puerto, el Uruguay debía internarlo. La tesis alemana era que tenían derecho a reparar el buque, sin plazo. El gobierno uruguayo, invocando la Convención de La Haya, sostuvo que los navíos de países beligerantes podían hacer su reparación a "fin de asegurar su seguridad en el mar pero no pudiendo acrecer de ninguna manera la capacidad de combate del navío". Le dio 72 horas para salir que los alemanes, aun amenazando, acataron, salieron y el comandante Langsdorff hundió el buque.
Uruguay, políticamente, estaba en la misma posición que había fijado el Canciller Baltasar Brum en 1914: "el Uruguay es neutral, porque no está participando de la guerra, pero ni es indiferente ni es imparcial". Por eso su actitud fue fundamental para la victoria y así lo agradeció siempre Inglaterra, a tal punto que años más tarde el Ajax visitó nuestro país en reconocimiento a nuestra actitud de la época.
El 17 de diciembre de 1939, a las 7:30 de la tarde, se hundió el acorazado. Al día siguiente, Winston Churchill, realiza una memorable alocución, por la BBC, que comienza diciendo: "Las noticias que nos han llegado de Montevideo han sido recibidas con gratitud en nuestra islas y con una satisfacción no disimulada en la más grande parte del mundo. El Graf Spee, que durante varias semanas había atacado al comercio, ha encontrado su fin, y sobre la vasta superficie de los océanos el comercio marítimo pacífico de todas las naciones puede al fin disfrutar la libertad de los mares". Después, cuando arribe el heroico Exeter al puerto de Plymouth, y una multitud le reciba, Winston Churchill (Primer lord del Almirantazgo) les recibe con uno de esos tremendos discursos propios de su retórica: "En este invierno sombrío y triste.... durante estos largos meses de invierno en que hemos contemplado la agonía de Polonia y ahora la de Finlandia, el brillante combate del Río de la Plata ha venido como un estallido de luz coloreada sobre la escena aportando con él aliento para todos aquellos que combatieron, para nosotros y nuestros aliados; aportando con él una causa de alegría para todos los hombres libres y para todos los pueblos libres del mundo". "Esta gran batalla será mucho tiempo el texto de canciones y relatos" y por ahí sigue con emoción...
Para los británicos y los aliados fue su primera victoria y el Uruguay estuvo asociado a ella. Es un momento cumbre de nuestra vida republicana, de nuestra fidelidad al derecho y la democracia, así como de nuestra diplomacia.
Cabe añadir que el pueblo uruguayo masivamente acompañó al gobierno y dos días después saludaba en la calle a los marinos del Ajax, con una multitud. Es más: hubo una enorme resistencia de empresas y obreros para trabajar en las reparaciones.
Dicho todo esto, nos queda claro que hemos estado en omisión al no valorizar aquel momento del Uruguay. Tenemos el ancla del vencedor, el Ajax, tenemos el águila del derrotado, símbolo de totalitarismo, como un trofeo de guerra. Hay en el país muchos otros elementos, algunos incluso ofrecidos en remate en este momento. ¿Por qué no organizar una exhibición adecuada, con un relato del episodio, hasta las frases del Churchill y mostrar el valor de la lucha por la libertad contra el totalitarismo? Podría ser en el Museo Naval, en Punta del Este en cuyas cercanías de libró la batalla, en el cuartel de Sarandí del Yí o donde sea. La Comisión de Patrimonio puede organizar una comisión específica, que trabaje en el tema y haga una propuesta.
Lo peor sería que luego de este episodio volviéramos a olvidar algo tan importante y no hiciéramos lo que nos impone la historia, en proclama de nuestro compromiso histórico con la libertad.