Edición Nº 1017 - Viernes 22 de noviembre de 2024

El ánimo colorado

Por Julio María Sanguinetti

Paradójicamente, un acontecimiento penoso —el fallecimiento del Presidente Jorge Batlle— ha dado mérito a un sentimiento de rebeldía colorada, de fervoroso deseo de que el Partido vuelva a ser el protagonista que ha sido siempre. Se advirtió claramente el sábado 26 de noviembre, cuando la sala de la Convención retornó a la vida, luego de años de cierre por deterioros en su techo, en homenaje al estadista desaparecido. No solo se desbordó de gente sino que la emoción y la voluntad que se percibía en ella marcaban un cambio de humor: hacía tiempo, mucho tiempo, que no se veía un acto de esa naturaleza.

La última elección no fue lo que se esperaba. Luego de la recuperación mostrada en la anterior y cuando todo llevaba a pensar en otro paso hacia delante, éste no se dio. A partir de allí cundió un desánimo que en este fin de año empieza a revertirse.

Luego de un año en que se dedicó exclusivamente a la labor parlamentaria, el Dr. Pedro Bordaberry, candidato en las últimas elecciones y primera figura del movimiento que ha sido mayoría interna, retornó al trabajo político. Se le ha visto en algunas recorridas por el interior y se anuncia que “Vamos Uruguay” retomará con brío su movilización. Buena noticia.

Los sectores batllistas están algo desperdigados. No les falta trabajo de base pero sí una coordinación que ofrezca una real perspectiva. Se hace necesario que todos se reúnan, no para consolidarse en una sola estructura, pero sí para actuar armónicamente y discutir en conjunto las ideas de un Batllismo para estos tiempos de globalización y tecnología.

Hay en los corrillos políticos un clima de aceleración electoral que naturalmente refleja luego la prensa, con su efecto multiplicador. Todo el tiempo se hacen especulaciones sobre posibles candidaturas, cuando lo que importa hoy es que cada cual cumpla su labor: los del gobierno, gobernando y los de la oposición, ejerciendo su labor de contralor. El ciudadano debe mirar a los partidos, porque no es lo mismo uno que otro. Ni en ideas, ni en hábitos de comportamiento, ni en tradición (que aunque sea historia, también pesa, hasta moralmente). Luego vendrán las candidaturas, que en el Partido Colorado, por muchas razones, se sienten particularmente necesarias para encarnar una nueva instancia. Pero una candidatura no es el resultado de la simple voluntad del titular. No bastan las ganas. Se necesita una presencia, adentro o afuera de la política partidaria, para que —llegado el momento electoral— cristalice en una postulación.

En lo personal, una vez más debo reiterar que no estoy en esa carrera. Fui presidente a los 49 años, retorné a los 59 y cuando salí de esta segunda oportunidad, expresé que no sería más candidato a la Presidencia, aunque no dejaría nunca de trabajar por el Partido Colorado y el Batllismo, que son mi razón de ser en la vida pública. Me he dedicado con entusiasmo a una imprescindible tarea histórica y doctrinaria, que pasa por restablecer verdades y aventar falsedades instaladas en la memoria colectiva. Seguiré con ello, como también continuaré trabajando en la vida partidaria, de la que nunca me aparté. Mis apariciones públicas en los últimos tiempos han difundido nuevamente el rumor de una posible candidatura y agradezco el halago que me han hecho muchos amigos, aun de afuera de la militancia política. Pero he cumplido 80 años. Aunque la salud me acompaña y la voluntad está intacta, no son edades para que dentro de tres años emprendamos una nueva competencia. Si el señor Mujica lo intentara, allá él, pero ese disparatado precedente —de producirse— no cambiará mi actitud.

Con la misma claridad, digo que seguiré luchando junto a mi Partido, como no he dejado de hacerlo hasta hoy. Que ayudaré a que el año que viene haya una nueva elección juvenil, tan entusiasta como las anteriores. Que contribuiré a que los grupos batllistas aúnen esfuerzos y compitan sanamente con un Vamos Uruguay de renovado brío. Competir sí, pero con fraternidad, sintiendo todos que somos parte de una misma corriente histórica y que ella nos impone mirar por encima de las pasiones —y aun de las legítimas preferencias— que inevitablemente existen. De ese proceso saldrá en su momento un candidato partidario al que apoyaremos con fervor, en la seguridad de que quien logre el favor del electorado colorado será un fiel representante de las ideas del partido más importante de la historia nacional.

El país precisa del Partido Colorado. Ese es el punto. El Partido Nacional no ofrece la posibilidad de que en solitario configure una alternativa al Frente Amplio. Debe estar nuestra colectividad, para ganar o contribuir a formar un gobierno de renovación, que retome el impulso de la reforma educativa a favor de los más necesitados, reoriente los programas sociales a favor de la ética del trabajo, rescate la autoridad del Estado en materia de seguridad ciudadana, reubique los corporativismos gremiales en su lugar y nos posicione en el mundo junto a las democracias, sin regodeos chavistas.

Hay por delante un hermosa tarea cívica. Precisa ideas pero también alma, fervor y entusiasmo. El perfeccionismo en la búsqueda de candidatos ideales no puede paralizarnos en la afirmación original y básica de quienes somos colorados y batllistas. Esta es una pertenencia muy importante, cuyo valor tratemos de trasladarlo a quienes miran con más distancia la política.

Este es el desafío, un grande pero esperanzador desafío.



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