Por Julio María Sanguinetti
El próximo 1° de marzo puede decirse que se abre el año de las elecciones. En junio habrá internas partidarias, en octubre elección de Parlamento y eventualmente de presidencia, para terminar en noviembre, con la segunda vuelta, si ningún candidato llega a la mayoría absoluta en la instancia anterior. Vendrá el verano en esa larga espera que caracteriza a nuestro país en materia de transmisión de mando. Basta ver lo rápido que ocurrió todo en Argentina para advertir en qué punto nuestro período de latencia es tan largo. No es casualidad porque en la Constitución del 30 mucho se discutió en materia de plazos, vinculado todo al mundo agrario y a las dificultades de los caminos en invierno.
Hay dos coaliciones de parecido porte. Todo indica que la elección no mostrará grandes ventajas para uno u otro, como ya ocurrió en la elección anterior y se ratificó en la LUC.
La coalición gubernamental tiene su fuerza en el gobierno mismo, en su gestión, en el modo como superó crisis importadas (pandemia, guerra de Ucrania y sequía global) manteniendo un nivel de aprobación relevante. La figura del Presidente ha sido fundamental pero personalmente no estará en la elección. Su partido estará bien representado, pero hay que asumir que no es lo mismo.
En el Partido Colorado no hay un liderazgo claro, porque el proceso de renovación de mi generación no se consolidó. Tanto el período Bordaberry como el período Talvi, generaron grandes expectativas, desgraciadamente sin culminación. Hoy tenemos seis candidatos, todos con perfiles muy positivos y felizmente características diferentes, de modo que su militancia es importante para el clima general hoy reverdecido. Naturalmente, los grupos organizados presentan sus candidatos naturales pero algunas apariciones novedosas aportan también. En los cuatro meses que van de marzo a la elección, probablemente haya que buscar soluciones para no llegar a la Convención en un clima incierto de dispersión.
El Frente Amplio carece de liderazgo. Sus candidatos no son líderes nacionales, más allá de sus sectores. Como consecuencia, el PIT-CNT marca el ritmo y alienta a las corrientes más radicales, que siguen soñando con un socialismo ya desaparecido en el mundo. La fuerza sindical lanzó el plebiscito sobre seguridad social. La mayoría de los dirigentes no estaban de acuerdo, pero allí están juntando firmas para confiscar los ahorros de las AFAP's y hacer inviable el sistema, fijando como inmutable los 60 años que el país tiene desde 1904 cuando las expectativas de vida eran de 56 años y no los 79 años de hoy. No dudo que van a juntar las firmas por su organización. Quiero creer que el plebiscito será negativo porque no asumo la vocación suicida de medio país. Lo que deja planteado este fenómeno es que cualquier gobierno del Frente hoy no tendrá los márgenes de acción que tenían el Dr. Vázquez, Mujica o Astori. Tendrán que lidiar con un Frente Amplio invasor.
Cabildo Abierto, por su parte, no tiene una interna real. El liderazgo del Gral. Manini es incuestionable y la votación se ajustará a la idea que los ciudadanos tengan de su actuación. Lo mismo sucede con el Partido Independiente, liderado por el Dr. Mieres.
No miramos el conjunto con pesimismo. No están en la competencia grandes liderazgos personales. Hoy las elecciones se han hecho muy de candidatos más que de partidos y esto no es bueno porque los líderes siempre representan ideas y modos de actuar. En esta oportunidad, entonces, las pertenencias partidarias van a ser más importantes con el diferencial de la influencia sindical en el caso del Frente Amplio.
La institucionalidad es fuerte, pero hay que cuidarla. Siempre hablamos mucho de nuestra democracia. No olvidemos, sin embargo, que en la década del 60 tuvimos una insurrección contra ella, en nombre de la revolución cubana, y luego soportamos una década de autoritarismo militar.
Nadie está inmunizado para el brote populista y su semilla autoritaria. Razón de más para que todos, partidos, medios de comunicación, gremiales, etc., actúen pensando en el cuidado del sistema. Premiar el radicalismo, la extravagancia, el ataque personal y la denuncia al boleo es un peligro al acecho. Para los ciudadanos que votarán y para los medios que intermedian en la opinión pública.