Por Julio María Sanguinetti
El gobierno ha sorprendido con el anuncio de medidas para procurar mejorar ingresos reales en medio de un repunte de una inflación que es mundial. Ello es posible porque antes se mantuvo un rumbo de sensatez en el manejo de todas las variables y que -de nuevo- vuelven a destacar a Uruguay y no solo en esta tan inestable región.
No hay duda de que el anuncio del gobierno de aumentar jubilaciones y pensiones para el segundo semestre del año sorprendió a tirios y troyanos. Quizás los más perplejos sean los dirigentes frentistas, que tanto repiten la monserga del gobierno neoliberal que se la terminan creyendo y, en esa óptica, no encaja para nada el anuncio realizado. Ni soñaban con que esto ocurriría. Nadie fue más espontáneo que el Senador Olesker, cuya ofensa consiste en que el gobierno hace ahora lo que él propuso y no se le aceptó... Fue su primera reacción, tuit instantáneo que luego matizó cuando el coro desafinado del contradictorio mundo opositor salió con la esperable tacha de "insuficiente", "tardío" y distante de la "focalización" en los más desposeídos. Si se hubiera tomado ya una medida sobre este segmento de los más pobres (cosa ya en estudio), se diría naturalmente que falta algo general porque el promedio de los jubilados es muy magro.
Por supuesto, hay sorpresas de otra naturaleza, como la de los empresarios, que quedan ante un desafío difícil. Naturalmente, el gobierno no puede introducirse en los convenios firmados y por eso convoca al Consejo Superior Tripartito para estudiar la situación y examinar la posibilidad de extender medidas parecidas a la actividad privada.
¿Por qué se tomó esta resolución?
Porque la economía -felizmente- ha logrado crecer y la recaudación ha mejorado, al punto que las metas fiscales fijadas están más que cumplidas. Si se optaba por "sobrecumplir", como ya se venía cuestionando, ello rechinaba con el objetivo prometido de lograr una recuperación salarial. No estamos en una ortodoxia neoliberal, como suele decirse falsamente, sino en una administración tan pendiente de los equilibrios macroeconómicos como de las necesidades de la gente en un momento muy particular en que, de nuevo, se nos vino arriba el mundo.
Personalmente, pensamos que este año será difícil alcanzar una mejoría del salario real, pero no seguir ampliando la brecha ya sería un logro, habida cuenta del escenario mundial que tenemos por delante y que algunos de quienes opinan se empeñan en no ver.
El mundo vivió una pandemia que pensábamos duraría a lo sumo un año y nos castigó con dos. La caída económica fue muy fuerte, pero -como se ha dicho- "mantener los motores funcionando" fue una decisión sabia, cuyos resultados contrastan con los de Argentina que tanto entusiasmaban a nuestros opositores, fanáticos de las cuarentenas obligatorias y las paralizaciones drásticas. Sobre el final de esa inesperada plaga, se nos viene otra circunstancia tan antihistórica como universal: una guerra europea. Golpeó inmediatamente sobre los precios de la alimentación vinculada al trigo y los oleaginosos, dado el enorme peso de la producción de Rusia y Ucrania en esos rubros. Al desnudar, además, la vulnerabilidad europea al gas ruso, nos ha introducido en el callejón de una reconversión costosísima, amén de la suba del petróleo producida inmediatamente por el conflicto.
Nos da la impresión que hay quienes miran la guerra como una serial ambientada en la Segunda Guerra Mundial. Es tan anacrónica que a ello se parece, efectivamente. Pero está lejos de ser un relato novelesco. Es una dura realidad, cuyo desenlace no está aún a la vista y cuya proyección hacia el futuro es incuestionable. La incertidumbre es la atmósfera reinante. Por eso el gobierno ha manejado la situación fiscal con parsimonia. Cuando el primer año de la pandemia se reclamaban gastos extravagantes que, al evitarse, permitieron -en su prolongación- atender sus consecuencias con un Fondo Covid que fue en 2021 aun mayor que en el año anterior. Ahora mismo, esa prudencia es la que permite tomar esta medida, previniendo que -de no adoptarse- se puede hacer muy difícil la corrección salarial en enero del año venidero.
Naturalmente, todo esto ocurre, como decimos, en un mundo de incertidumbre, que hay que administrar día a día. El equipo económico piensa que no habrá un impacto inflacionario relevante, porque la suba de precios ya se internalizó. Ese es el mundo de las expectativas en que los números no tienen la necesaria exactitud.
Se ha dado un paso con riesgos, pero en la dirección prometida: recuperar el salario real. El nivel de empleo ha mejorado y ese es un logro incuestionable. El ingreso ahora es el desafío y se está enfrentando, en la medida en que podamos mantener este crecimiento del orden del 4% que está alcanzando.
¿Aquí termina la labor del gobierno? Desde ya que no. Ha empezado otra etapa, tan crucial como la de los dos años anteriores. Este es un primer paso. Vendrán luego otros, también medidos, pensados, pero con una focalización mayor en los sectores más necesitados.
Nadie podía pensar en dos catástrofes como las que se han vivido. Pero ahí están. La mayoría de los países han duplicado su inflación. Aquí ha estado por encima de la meta pero sin un desborde. Con una economía creciendo y mejor recaudación, luce manejable. Y si alguien lo duda, mire alrededor. Y no ya solo a nuestros inestables vecinos sino al mundo desarrollado, en que las subas del combustible han producido paralizaciones espectaculares.
El gobierno de coalición ha respondido. No es casual que hace pocos días, la ciudadanía le haya renovado la confianza en un referéndum exitoso. Se repitió el resultado de la segunda vuelta de 2019 y eso es formidable en este mundo de incertidumbres en que se hunden los del centro y crecen los extremos.
De nuevo ante una catástrofe mundial, el Uruguay traza un rumbo, buscando los necesarios equilibrios. No es fácil, pero la esperanza se alienta con los pasos firmes que se vienen dando.