Edición Nº 1017 - Viernes 22 de noviembre de 2024

El corto y el largo plazo

Por Julio María Sanguinetti

En lo inmediato hay que salir con responsabilidad de la emergencia sanitaria que azota al mundo, pero sin perder de vista los desafíos estructurales que como país tenemos por delante.

Keynes dijo una vez que "en el largo plazo estaremos todos muertos". En una palabra, cuidemos del presente para que alguna vez haya futuro. Sin duda ese es nuestro desafío, solo que esta vez se trata de salir vivos de ese acuciante corto plazo que nos ha regalado, como un rayo caído del cielo, una naturaleza que no acepta fácilmente el dominio de los humanos.

Ahora se vive en el mundo un inesperado reverdecer de la pandemia y, al mismo tiempo, la proximidad de unas vacunas que se reclaman como un fetiche, en medio de una competencia de egos populistas, orgullos nacionalistas y -faltaba más- intereses de una de las industrias más poderosas del universo.

Las vacunas llegarán, lentamente irán produciendo su efecto sanitario pero, al mismo tiempo, otro aflojamiento de hábitos, que muy probablemente nos introduzca nuevamente en otro retroceso si es que no entendemos.

Más allá de estos avatares "pandémicos", pasada la LUC y el Presupuesto, estaremos avizorando otros temas y otros horizontes.

El año que viene hay que hacer la reforma de la seguridad social. A nuestro juicio no se trata de volver a discutir sus pilares básicos, sino adaptarlos a las nuevas circunstancias y rescatar el sistema del desbalance que significó la ley de 2008, votada a tambor batiente al grito de como está entrando dinero, gastémoslo ya en jubilaciones, inventemos las más posibles con testigos complacientes, bajemos los años de contribución y, de un saque, aumentemos un 20% la plantilla de pasivos. Esperemos que la demagogia no obnubile el juicio y que partidos que aspiran a continuar -o retener- el gobierno, mejoren su herencia. Es este año o casi nunca...

Al mismo tiempo, hemos de poner en marcha nuevos planes y nuevos métodos en un sistema educativo de insuficientes resultados. Tenemos que reaccionar frente a la inercia conservadora de estos 15 años dedicados machaconamente a detener el impulso reformista de 1995 y transformar el proceso formativo en adoctrinamiento. La historia se redujo a la llamada "reciente" y jóvenes que ya ni saben lo que es el pensamiento artiguista o cómo se gestó la reforma vareliana, fueron atosigados con una versión de película de "cowboys", en que los pobres tupamaros luchaban contra una dictadura oprobiosa surgida de las entrañas de los partidos tradicionales. Nadie explica que cuando vino el golpe de Estado ya no había tupamaros libres, que toda su acción violenta fue contra la democracia y que, si nada excusa la responsabilidad de los mandos militares de la época, es incuestionable que solo salieron de los cuarteles por la acción guerrillera. Es esencial conocer la historia para conocer el presente y salir de las leyendas negras y estereotipos ideológicos lamentables que se han difundido desde el Estado mismo.

La política exterior, por su parte, deberá recuperar su ritmo tradicional para que nuestra clásica bisagra articuladora entre Argentina y Brasil nos permite reactivar y reformar este Mercosur languideciente, en que nadie se habla, mientras Europa da largas y largas al acuerdo cuyo inicio estuvo en aquel lejano 15 de diciembre 1995, en el Palacio de Oriente de Madrid, en que lo firmaron nuestro Canciller Ramos y el Ministro Solanas de la Union Europea, ante la mirada de todos los presidentes europeos, los Reyes de España y el presidente de Uruguay. Hoy, además de este desafío europeo, tenemos a China de un lado y del otro a EE.UU. con un nuevo gobierno, que esperemos pongan pausa a este nostálgico y anacrónico remedo de guerra fría que había lanzado Trump. Tenemos que reinstalarnos en ese escenario y esto no es metáfora diplomática sino imperiosa necesidad.

Naturalmente, las actividades productivas tendrán que reencender motores. La obra de UPM y el ferrocarril anexo, seguirán avanzando hacia una culminación que por fines de 2022 entrará en vigor a pleno y hará de la celulosa el primer producto exportable del país, como expresión mayor del éxito de la política forestal iniciada en 1987. Hay que reencauzar la industria láctea, la vitivinícola, volver a revitalizar el arroz y, más allá de la agropecuaria, ponerle todo el énfasis a las nuevas tecnologías. En este tiempo de pandemia se ha visto el valor de la ciencia, pero muy especialmente el de la tecnología digital. Las aplicaciones creadas para enfrentar el virus, el Zoom como medio de comunicación social, el teletrabajo, nos han dicho que ahí está un camino que el país viene ya recorriendo y que ahora debe reimpulsarse vigorosamente. En nuestro país, como en el mundo, la demanda de personal técnicamente capacitado está insatisfecha, mientras se estrechan progresivamente las posibilidades de las tareas no especializadas. Se hace imprescindible un programa de estímulo que promocione esta actividad, especialmente las nuevas empresitas que van naciendo.

Nuevas fronteras se abren en el terreno ambiental y en un mundo social de enormes carencias, que ha quedado al descubierto cuando estalló la pandemia. El propio Frente Amplio habla de 400 mil uruguayos necesitados de apoyo, lo que desnuda la falsedad estadística de la baja de la pobreza, publicitada hasta el hartazgo por los gobiernos anteriores. Las necesidades son enormes y variadas, desde la alimentación hasta la vivienda, la escolarización de los niños hasta el trabajo de sus padres y la amenaza del crimen organizado en los barrios populares, que acosa y tienta a esa juventud con escasas posibilidades de trabajo. El Uruguay histórico de las clases medias se encuentra con esa nueva realidad, que el Frente Amplio escondió y maquilló. Será una ardua tarea, de resultados inciertos y de lenta evolución, pero imprescindible para que ese sector social no se enquiste en la marginalidad cultural y de hecho deje de pertenecer a nuestra clásica sociedad, basada en vastas clases medias trabajadoras.

No se trata de inventariar problemas, pero sí asumir que si el gobierno de coalición arrancó con enormes desafíos, hoy se han multiplicado, porque la pandemia obligó a gastar cuando había que ahorrar, a endeudarse cuando había que pagar, a ensanchar el agujero fiscal cuando había que reducirlo. Como no se puede echar atrás el tiempo, esto es lo que tenemos por delante y nosotros, nuestro Partido, una vez más estará a la altura de esas responsabilidades.

Esa es nuestra historia y también nuestro destino.




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