Por Julio María Sanguinetti
Es un lugar común que la c
tura es un bonito adorno, una decoración y que lo que importa es el trabajo, la producción, lo que ayuda a pagar las cuentas. También lo es que mirar hacia atrás es conservadurismo y que solo hay que hablar de lo que vendrá. De este modo, como decía Marc Bloch, la ignorancia del pasado lleva inevitablemente a la incomprensión del presente.
A veces se conjugan los dos prejuicios y, ante un ejemplo rotundo de lo contrario, es importante destacarlo para ayudar a comprender lo que es una nación y aquello que hace a su esencia. Nos estamos refiriendo a los 25 años de la declaratoria de Patrimonio Histórico de la Humanidad de la Ciudad Vieja de Colonia, que se están cumpliendo en este mes de diciembre.
Sin duda, la larga labor de recuperación de esa zona, emprendida desde 1968 por una Comisión Especial que presidió el Prof. Fernando Assunção fue un esfuerzo notable de paciencia, persistencia e inteligencia histórica. La declaratoria de Unesco, 27 años después, significó su validación y una consagración internacional de enorme valor, tanto institucional como social y económica. Se puede decir que marcó un hito en el salto cualitativo de ese trozo del país en que la historia se carga de leyenda.
La fundación de la Colônia do Sacramento, en 1680, por Manuel Lobo, Gobernador de Río de Janeiro, fue parte del largo proceso de descubrimiento y conquista en que España y Portugal rivalizaron en el continente americano. En el caso, el objetivo fundamental era encontrar un pasaje interoceánico que permitiera llegar al Pacífico desde el Atlántico Sur para alcanzar el comercio de especies del Oriente. Luego se agregó la ensoñadora búsqueda de la Sierra de Plata que había llegado a oídos de los navegantes y les encendió tanta ambición que hasta nuestro río terminó llamándose "de la Plata" cuando, en realidad, los tesoros estaban en el subsuelo del lejano Alto Perú.
Recordemos que el infortunado Solís había muerto en 1516 cuando recorrió nuestro río epónimo y los guaraníes dispusieron de él. Y que luego pasó Magallanes, anduvo transitando Gaboto, y que Don Pedro de Mendoza había intentado fundar Buenos Aires, en 1537, con un trágico fracaso. Frente a estos empeño de los españoles, Portugal rivalizaba fundando San Vicente y una cadena de poblaciones que iban tratando de llegar al Sur, desde una colonización que había comenzado por Bahía y Pernambuco.
Cuando se refunda Buenos Aires, en 1580, se había producido un hecho notable: Felipe II, Rey de España, había pasado a serlo también de Portugal, con lo que la competencia se apaciguó y las fronteras se hicieron flexibles. Pasado este lapso, Portugal continuó con su emprendimiento, generando caminos comerciales que perforaban el monopolio de Lima (digamos, contrabando). Es por eso que Manuel Lobo, en 1680, funda Colonia, que es rápidamente conquistada por Vera Mujica desde Buenos Aires. El llamado Tratado Provisorio del año siguiente le reconoce a Portugal su ciudad y por dos décadas edificarán murallas y hasta una Iglesia Matriz. En 1704 España reconquista Colonia a sangre y fuego, que es devuelta a su vez a Portugal en 1715, en el Tratado de Utrecht. Hasta 1750 gobernarán los portugueses, cuando el Tratado de Madrid se la devuelve a España, que la ocupa con el Gobernador Ceballos al frente, hombre de armas tomar. Esta entrega a España tiene como contrapartida el reconocimiento del dominio portugués en los pueblos de las Misiones, de donde son desalojados los jesuítas y sus civilizados guaraníes, que sostendrán una heroica guerra contra el ejército portugues, tan brillantemente evocada en la película La Misión. En una palabra, siete tratados y cuatro sitios... Todo termina en 1777 con el Tratado de San Ildefonso, pero ya el mundo era otro: ahora el ganado era el protagonista y nuestra Colonia, muy dañada, entró en una larga decadencia. Con los años pasó a ser un barrio degradado de una ciudad moderna que había crecido, al impulso de las corrientes inmigratorias europeas que hicieron de esa región el vergel que pasó a ser para siempre.
En 1924 fue Julio María Sosa quien sintió la necesidad de rescatar ese trozo fantástico de historia y se dicta una ley, de corta aplicación. Retoma el tema el Ministro Eduardo Víctor Haedo, en 1938, pero el asunto no se encara en serio hasta ese evocado 1968 del que hablamos, durante el gobierno de Pacheco Areco, bajo la presidencia de Assunção en la Comisión. Esta quedó más tarde consolidada por ley, en 1986, con una labor muy destacada del Arq. Miguel Odriozola. La restauración siguió a su cargo y por eso hubo el aliento para presentarse a la Unesco, con el fin de que esas manzanas históricas, tan españolas como portuguesas en sus orígenes y tan uruguayas hoy, fueran ejemplo de esa coexistencia.
Se trabajó años en ese empeño, con una gran comprensión del entonces Director General de Unesco, Federico Mayor Zarazoga, y un apoyo invalorable de los gobiernos de España y Portugal. Es más, el propio Presidente de Portugal, Mario Soares, nos visitó, le recibimos en Colonia y donó el monumento a Lobo que está al lado de la Catedral. Tuvimos la honrosa oportunidad de celebrar en la Unesco, en aquel noviembre de 1995, tanto el cincuentenario del organismo como la declaración oficial. Con el patrocinio de la Unesco, incluso, el Estudio Testoni publicó un espectacular libro, con un trabajo fotográfico de gran nivel artístico y trabajos históricos de Fernando Assunção y Marta Canessa de Sanguinetti.
Hoy Colonia y sus alrededores son otros.Los campos se han revalorizado. La ciudad ha visto multiplicarse buenos hoteles y hermosas posadas, atractivos restaurantes en viejas casas recicladas, alrededores de campo reconquistados para el descanso y miles de personas que viven de este renacimiento. Naturalmente, estos días son tristes por la paralización, pero esto es lo pasajero. Lo permanente es esa Ciudad Vieja restaurada, ese trozo de historia rescatado y de cómo ese esfuerzo cultural es formidable fuente de trabajo.
El pasado, como se advierte, tiene un gran futuro. Cada vez más hay un interés por rescatar raíces y disfrutar, como se vive en la apacible Colonia, la grata sensación de un tiempo suspendido.
No dudamos que la Comisión y la Intendencia de Colonia, hoy ocupada por el Dr. Moreira, que participó en buena parte del recorrido evocado, trabajarán en armonía para seguir esta tarea inacabada, incorporando casas históricas y, sobre todo, cuidando que el crecimiento no nos juegue en contra. El turismo es una formidable industria de gran dinámica pero que no puede olvidar que se asienta en valores culturales a preservar. Pasado este extraño tiempo que hoy vivimos, su retomada será formidable y su futuro es incuestionable. A condición que tengamos hoy el mismo espíritu de respeto para con el pasado que tuvieron quienes hicieron posible esta notable reconquista.