Por Julio María Sanguinetti
El Frente Amplio, aún desconcertado por la derrota electoral, anda en búsqueda de explicaciones y menudean los documentos. Han entrado en proceso de autocrítica pero todo indica que, en vez de entrar de verdad a analizar sus gobiernos, como de costumbre solo intentan descargar responsabilidades en los chivos expiatorios de turno. E intentar la construcción de un nuevo relato contra el gobierno de coalición.
El Partido Comunista, el de tradición universal en materia de procesos de autocrítica y purgas consiguientes, arranca con la afirmación de que vivimos "en el marco de la continuidad de la crisis estructural del capitalismo, con una ofensiva del imperialismo por colocar todos los recursos de la humanidad y del planeta al servicio del capital".
¿Cuál es esa crisis estructural y dónde está? China, la única gran potencia que aun políticamente se considera comunista, ha transformado radicalmente su economía, abriendo el camino a un sistema capitalista. En Europa, todas las viejas economías socialistas se han revertido a la economía de mercado y, más allá de la crisis pandémica actual, han alcanzado desarrollos con niveles de bienestar nunca alcanzados. Ni hablemos de la vigorosa región asiática, que vive una expansión históricamente inédita. ¿Dónde está "la crisis estructural"?
Esa crisis, según se dice, hace posible que "el imperialismo" ponga todos los recursos planetarios al servicio "del capital". ¿Quién es el imperialismo? Antes se suponía que hablábamos de los EE.UU., pero es evidente que su predominio ha dado paso a un auge del Oriente, que se expande por el mundo a través de la producción de potencias como China y Corea, pero también de países que hoy se han incorporado al mercado mundial y sus reglas, como el hipercapitalista Singapur o el reciclado Vietnam, afiliado a la liberal Organización Mundial del Comercio como la propia China.
Se habla como si nada hubiera pasado, como si no se hubiera caído el muro de Berlín. Y el gran ícono del progresismo sigue siendo la pobre Cuba "agredida y bloqueada". ¿Tiene alguna lógica seguir hablando del "bloqueo" cuando, más allá del histórico corte con los EE.UU., el mundo entero mantiene relaciones comerciales con Cuba? Su endémica pobreza, ¿no es la resultancia de una economía colectivista que ni siquiera ha podido superar el viejo monocultivo de la caña de azúcar?
La mirada pasa luego al Uruguay y allí nos encontramos, luego de la elección, con "un gobierno del gran capital", que llegó al poder porque durante la campaña electoral el gobierno frentista sufrió "acción concertada de la derecha social y política y la contraofensiva mundial y continental del capital y el imperialismo". ¿De qué están hablando? ¿Cómo es que no nos enteramos de esa "contraofensiva mundial" que buscaba votos para la coalición multicolor?
La realidad es que nunca hubo un proceso de extranjerización de la economía tan profundo como el de estos últimos 15 años. Y no es que lo cuestionemos, sino que es simplemente una realidad, que choca con el viejo discurso izquierdista y su anacrónica e irreal supervivencia. ¿UPM no ha sido la mayor inversión extranjera, en tierra e industria, al amparo de excepcionalísimas concesiones otorgadas por el gobierno frentista? La industria frigorífica, ¿no está en manos de capitales extranjeros, con muy pocas excepciones? ¿Quién hubiera imaginado frigoríficos chinos o japoneses? Los grandes supermercados, las cadenas farmacéuticas, ¿no son propiedad de empresas internacionales? ¿Cuándo se vendió más tierra a extranjeros? ¿De quién son propiedad los dos tambos más grandes y modernos? En el puerto, las dos terminales, ¿no son, ahora, las dos, de empresas de capital foráneo? Siguen hablando en contra de un capital internacional que llegó felizmente al país, en buena parte durante un gobierno frentista que enterró sus viejos eslóganes y lo recibió con beneplácito.
Realmente viven en un mundo trasnochadamente ideologizado que no asume la globalización ni la difusión internacional de la economía de mercado. Todo ahora se resume en cuestionar al gobierno, por los "recortes" que no existen en el Presupuesto y las "privatizaciones" que nadie sabe dónde están. ¿Alguien propone privatizar Antel, Ancap o UTE? Lo que ocurre es que las empresas del Estado tienen que competir, reformarse constantemente, para poder ofrecer a la sociedad los servicios y productos del mejor y más eficiente modo. El inmovilismo frentista es la mayor condena que se puede hacer a esas empresas, es llevarlas paso a paso a ser monstruos burocráticos desfinanciados. Como pasó con Ancap en la nefasta "Era Sendic".
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Mientras tanto, el Ministro Larrañaga cesó al Jefe de Policía de Montevideo, cargo de confianza que se designa o releva sin expresión de causa. En el caso fue porque el Ministro se entera por la prensa de que el Jefe tenía reuniones con quien fue la mano derecha del Ministro Bonomi y la figura más notoria de su política de seguridad. Por supuesto, cada jerarca administra a su criterio la relación con sus subordinados y punto. No es asunto sobre el que podamos estar opinando los de afuera. Esto ha servido, sin embargo, para que el señor Leal recorra todos los medios hablando de "la grieta" que el gobierno pretendería instalar, de su intolerancia, de que el Ministro arenga a la policía y hasta se define como "hincha" de la policía, lo que a su juicio es inaceptable. Lo increíble es que habla como si él fuera el titular de un gran éxito, como si no fuera parte de una administración que entregó al país instalado en el mapa del narcotráfico internacional y con el doble de rapiñas y homicidios.
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Algo parecido ocurre con la economía. Luego de cinco años de estancamiento, 5% del PBI de déficit y un 15% de desocupación en la actividad privada, cuestionan el presupuesto, tratando de construir la idea de que se están abandonando las políticas sociales. La pandemia reveló que había 400 mil personas sin cobertura social, pero igualmente hablan como si estuvieran montados encima de un éxito.
Estamos ante un mundo casi surrealista. Unos imaginando la agresión imperialista. Otros cuestionando con arrogancia a un gobierno que está hace siete meses, desde la cumbre de sus fracasos.
No hay duda: el Frente Amplio está perturbado. No sabe lo que le pasó. Y ha perdido la frontera del ridículo.