Por Julio María Sanguinetti
Si hay alguien a quien le cabe el viejo tópico de que en los gobiernos democráticos suele ser más importante lo que se evita que lo que se logra hacer, ese es Danilo Astori.
Socialdemócrata ideológicamente, su convicción cristiana le alejaba de los radicalismos de origen socialista. Su presencia en el Frente fue particularmente relevante porque ejerció un verdadero liderazgo intelectual, que se evidenció en los 15 años en que comandó la política económica. Sea como Ministro o como Vicepresidente de la República, a través de su equipo, Astori marcó una impronta fundamental en lo que podríamos llamar la "modernización" de la izquierda uruguaya, un proceso que -desgraciadamente- hoy vemos revertir.
En los gobiernos colorados actuó con particular sentido de responsabilidad. Y cuando tuvo que acordar, así lo hizo, discrepando muchas veces con las posiciones del Frente Amplio. El caso más recordado fue la crisis del 2002, en que, cuando el Dr. Vázquez pedía la declaración de "default", él acompañó el sacrificado camino que emprendió el gobierno del Dr. Batlle. No fue, tampoco, el único caso, porque recuerdo su opinión en la propuesta de asociación de Ancap o el desarrollo industrial del programa forestal.
Lo más importante es que llegado el Frente al gobierno, su figura fue un anclaje a la moderación. El propio Dr. Vázquez realizó una recordada visita a Washington iniciando su campaña y junto a Astori visitó nada menos que el Fondo Monetario Internacional, a fin de ofrecer al empresariado un mensaje de tranquilidad. Incluso se filmaron en la puerta del organismo financiero, con su logotipo detrás, para que no quedaran dudas. Esa actitud fue el preludio de una propuesta en que los viejos eslóganes fueron cayendo de a uno. El viejo reclamo de no pagar la deuda externa, pintada hasta el hartazgo en los muros de todo el país, desapareció. Por supuesto, lejos de romper con el Fondo Monetario, se le pagaron todos sus créditos y ni hablar que nadie propuso nacionalizar la banca o el comercio exterior.
Astori le explicó a la izquierda que el equilibrio fiscal no es de derecha sino de sentido común y que cumplir los compromisos internacionales es el único modo de un país pueda recibir inversión. La internacional y la nacional, porque en la inseguridad jurídica los primeros en retraerse son las propias empresas nacionales.
Discrepamos muchas veces con él en cuanto a medidas específicas de la administración, pero hemos de reconocer el coraje cívico con que expuso, a su vez, sus diferencias con los gobiernos que integró. Ocurrió con alguna Rendición de Cuentas, con la educación y aun con el polémico Antel Arena, que hace poco recordó que fue una prioridad definida por el Presidente Vázquez, contra su opinión, en desmedro de otras necesarias inversiones como las relativas al abastecimiento de agua.
Sin duda, el país lo va a extrañar. Su ausencia es la pérdida de una garantía fundamental para la normalidad de la República. Particularmente cuando el Frente aparece hoy como un conglomerado político sin liderazgos claros y que es fogoneado por una dirigencia sindical absurdamente radicalizada. La recolección de firmas para impugnar la ley de reforma de la seguridad social es un cumplido ejemplo de como el PIT-CNT se está llevando por delante a la dirigencia política del Frente, que sabe que tiene que atender la opinión de vastos sectores de la ciudadanía que no comulgan con ese radicalismo. Episodios como el patoteo fascista en la inauguración del Hospital del Cerro o la movilización para defender una democracia que no peligra y una corrupción que no existe, exponen a la luz del día ese desvío peligroso.
El Frente Amplio pierde uno de sus grandes líderes pero el país todo a un gran ciudadano. Una figura con pensamiento propio. Izquierda sí, pero respetando la economía de mercado y la democracia liberal, lo que no es poca cosa cuando se escuchan por esos días inflamados discursos de un aliento sesentista anacrónico y superficial.
Hizo muchas cosas, plausibles y discutibles, que de todo hay en un hombre de Estado. Lo más relevante, sin embargo, es lo que le ahorró al país, en penurias financieras que terminan pagándolas los más necesitados. Se lo reconocemos convencidamente.