Edición Nº 1017 - Viernes 22 de noviembre de 2024

El turismo y la esperanza

Por Julio María Sanguinetti

Sin lugar a dudas, el sector turístico ha sido de los que más ha sufrido el embate de la emergencia sanitaria. Pero el gobierno no ha permanecido de brazos cruzados a ese respecto.

Cuando creamos el Ministerio de Turismo, en 1986, en nuestra primera Presidencia, lo hicimos pensando en darle coherencia e impulso a las imprescindibles políticas de desarrollo de un sector que venía creciendo al impulso privado no siempre con orden. A partir de entonces, el crecimiento ha sido exponencial. Se estima que es un 11% del total de la ocupación del país, lo que mide su relevancia social. En el terreno económico también es innegable su importancia, estimándose en el entorno de un 3,4% del PBI, aproximadamente, si nos ubicamos en una cifra de U$S 1.700 o 1800 millones de ingresos por ese concepto; mucho más -en torno a un 8%- si a esa cifra le sumamos los servicios, como hacen las estadísticas habituales.

Para el Partido Colorado, entonces, el turismo es uno de los grandes objetivos del desarrollo nacional y para él trabajamos años y años, desde la restauración patrimonial de Colonia hasta el desarrollo del turismo termal. Por eso mismo, en el actual gobierno de coalición se propuso a uno de sus mejores hombres en el tema, el Dr.Germán Cardoso, para ocupar el Ministerio. A él, como a todo el país , el 13 de marzo se le cambiaron todos lo planes y lo que se pensaba fuera planificar una expansión normal, ha tenido que ser una estrategia defensiva para salvar lo más posible en medio de un vendaval arrasador.

En el mundo entero se reconoce al turismo como el sector de actividad más dañado. La Organización Mundial de Turismo, que ubica en un 4% la caída de la actividad cuando la crisis financiera de 2009, establece para el año 2020 una caída del 74% de las llegadas. Es el peor año de la historia. Quizás nada sea más dramáticamene expresivo que la imagen de una Venecia desierta, transformada en una vacía y dramática escenografía.

Nuestro país ha sufrido, naturalmente, enormes daños. Siendo nuestro turismo un 70% de extranjeros y 30% de nacionales, es evidente que se vive el derrumbe inevitable de los cierres de frontera. Basta señalar que si el hospedaje en general ha caído a la mitad, un 50% aproximadamente, es porque se ha intensificado el turismo interno para que la caída no fuera aún mayor. Naturalmente, los uruguayos tienen menor poder adquisitivo que los argentinos o brasileños veraneantes que configuran el turismo habitual, de modo que todo empieza por reconocer esta situación de guerra (o catástrofe).

Frente a ella, el gobierno adoptó muchas medidas generales que trataron de paliar la situación de las empresas, especialmente medianas y pequeñas, como fueron los créditos con la garantía del Estado (SIGA), que alcanzaron a 13 mil empresas de esa categoría, entre las cuales están las turísticas. Sin olvidar, naturalmente, la protección al personal desocupado, con el seguro de desempleo, acrecentado con la nueva modalidad más flexible, con gastos superiores a los 250 millones de dólares.

Hubo, además, muchas medidas específicas, de diversos orden. Para estimular a los consumidores se suspendió el IVA para los servicios hoteleros, se redujeron 9 puntos del IVA en gastronomía y arrendamiento de vehículos. Se exoneró del pago de IRPF a arrendamientos turísticos con operaciones inmobiliarias, el Banco de la República lanzó su tarjeta Masterard BROU "Recompensa" y hasta se negoció con los supermercados una canasta turística de 300 artículos.

Estas medidas, como la plataforma de apoyo al turismo interno y la promoción de los circuitos turísticos nacionales, generaron un interesante incremento en la demanda en algunos lugares. Uno tradicional, como las termas, tuvo un funcionamiento muy interesante. Y algunas actividades al aire libre, en el campo o en lugares pintorescos, se duplicaron, dejando el remanente de un conocimiento del país no siempre cabal para todos los uruguayos urbanos.

A los operadores se les dispuso una línea especialísima de los ya mencionados créditos SIGA, pensado para hoteles, campings, restaurantes, agencias de viajes y todas las diversas ramas del sector. Asimismo, se autorizó a las empresas de intermediación financiera a extender el período de gracia para la amortización del capital hasta 12 meses, en las situaciones problemáticas. El BPS aportó $8.000 para subsidiar el sueldo de cada un nuevo empleado o cada empleado retomado del seguro de desempleo en servicios hoteleros o gastronómicos. A los guías turísticos se les implementó un subsidio mensual transitorio de $6.700. Se aprobó la Ley 19.913 sobre exoneración de los aportes patronales al BPS para agencias de viajes y empresas de transporte turístico. Se prorrogaron pagos a DGI y a BPS de los monotributistas. UTE y OSE ofrecieron una exoneración de cargos fijos y otras facilidades. Podríamos seguir enumerando una larga lista de medidas de alivio, que si bien no cambiarán lo fundamental de la ecuación, porque el gasto de los turistas no se puede reinventar, tienden a tratar de salvar lo más posible a las empresas en situación crítica.

¿Falta? Por supuesto, falta y seguirá faltando. En lo particular, hay sectores como el de eventos, que no han caído específicamente en algunos beneficios de los mencionados, o el de agencias de viaje, que están requiriendo un tratamiento especial porque su actividad ha sido totalmente nula. Nadie ignora estas situaciones. En nuestro Partido hemos analizado todas ellas y a través de nuestro Ministro seguiremos luchando codo con codo por una actividad que en el último medio siglo pasó de ser Punta del Este y poco más, a todo un país que se está descubriendo a sí mismo.

Se puede razonablemente pensar que el proceso de vacunación, en tres o cuatro meses, permitirá al mundo aflojar fronteras y mirar el futuro con algo más de tranquilidad. Lo perdido es irrecuperable, porque si en el conjunto del país se perdieron entre U$S 1.500 y 1.800 millones de producción, este agujero ya fue. El desafío es que no se siga agrandando y se desarme la máquina de trabajo , que tendrá que estar disponible cuando tenga posibilidad de ponerse en marcha. Esto es muy complejo, tan complejo como que en una punta tenemos grandes hoteles y en la otra pequeños empresarios que tienen una camioneta o filman fiestas, con una plétora formidable de actividades muy diversas.

Nadie está feliz. Todos estamos preocupados, pero se están haciendo cosas y se seguirán haciendo. Ninguna dará satisfacción total, pero si se gana tiempo de sobrevivencia, no es alocado soñar con que la temporada turística que alumbre este fin de año sea la mejor en medio siglo.




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