Por Julio María Sanguinetti
Más que nunca, las vicisitudes por los que atraviesa este convulsionado mundo nos deben llevar a valorizar la estabilidad de que goza nuestro país, un islote de paz, continuando con el cambio emprendido por la coalición republicana.
Todos estamos sacudidos por lo que está ocurriendo en Europa. Apenas repuestos de la irrupción pandémica, que abruptamente nos devolvió a tiempos que creíamos definitivamente relegados a las amarillas páginas de viejas crónicas, de nuevo suenan los tambores siniestros de la guerra. Es un episodio europeo, pero que no se ve como lejano porque hoy la comunicación le da presencia instantánea a todo. Se pierden vidas, se destruyen ciudades, se ofrece pobreza. Una vez más, por otra parte, se sabe cómo algo empieza pero no cómo termina: Putin pensó que esto era un paseo y se ha encontrado con una resistencia heroica aque conmueve a la humanidad entera.
Europa ha quedado enfrentada a sus debilidades. Su carencia de una fuerza militar que sirviera de psicológica disuasión a los extravíos expansionistas y, al mismo tiempo, su dependencia del gas ruso, que le ha impuesto repensar todos los aspectos de su seguridad. Ya no será la misma Europa. Tampoco la misma Rusia. Hasta Finlandia y Suiza abandonan su neutralidad tradicional. Alemania aumenta su presupuesto militar. Todo parece darse vuelta.
Desde nuestra lejanía geográfica, sin embargo, todos estos episodios nos hacen una vez más el llamado a cuidar los valores esenciales de nuestro sistema, preservarnos del riesgo de los maximalismos, tomar real conciencia de que la paz y la estabilidad no tienen precio. Estamos en una región inestable, con gobiernos iracundos, economías que crujen, monedas que suben y bajan. En la comparación, está claro que nuestro país luce como un islote de tranquilidad. Así se le ve desde afuera y es verdad. Nuestro país tiene mucho para cuidar. Esa es una reflexión profunda que nos debemos en este tiempo de inesperada campaña, en que gobierno y oposición dirimen la sobrevivencia de una ley que desde hace un año y medio regula diversos aspectos de la vida del país.
Todo esto nos refuerza en la idea de que más que nunca hay que seguir adelante con la obra del gobierno de coalición, mantener el ritmo de la administración, no retroceder en asuntos tan sustantivos como la seguridad o la educación. Hace dos años la ciudadanía votó por un cambio. El mismo se viene adelantando, pese al factor perturbador de la pandemia que le cambió los ritmos. En seguridad se ven luces claras, en educación empiezan a asomar. Los cataclismos anunciados por la oposición se han desvanecido en los hechos, porque ni el gatillo fácil, ni el debilitamiento de Antel, ni la privatización de la educación, han tenido la menor virtualidad. El país empieza su recuperación económica, con un crecimiento en el año pasado superior al 4% y una mejoría en el empleo. Como esto se viene logrando, reaparece entonces el reclamo de la recuperción salarial.No fue la prioridad en medio de la pandemia. El empleo era lo acuciante y hoy estamos en niveles parecidos a 2019. En estos dos años que vienen, se tendrá que avanzar en los ingresos. Es lo que viene. Naturalmente, siempre que el mundo no nos mande malas noticias y que nosotros no introduzcamos un factor de estancamiento, como sin duda sería derogar la LUC.
Más que nunca la estabilidad aparece como el mayor valor. La derogación sería muy negativa para la ciudadanía. ¿Imaginan el desaliento de la Policía? ¿Imaginan la irrupción de la cuestionada Fenapes en un renacido Consejo de Secundaria? ¿Las adopciones retornan a su viejo ritmo? ¿El derecho a la libre circulación en las rutas y vías de tránsito, se cuestiona nuevamente? ¿La ocupación pasa a ser un recurso habitual de la acción sindical? ¿Los rapiñeros pueden pedir de nuevo sus libertades anticipadas y recomenzar el espinoso camino una benignidad que si responde al clásico sentimiento humanista del país se choca con una excepcional crisis de seguridad que recién ha empezado a revertirse? ¿Volvemos a la impunidad de las bocas de pasta base bajo el rótulo de que la prioridad es el gran narcotráfico?
El Uruguay tiene mucho para cuidar. El gobierno goza de un apoyo popular que se sustenta en su gestión de la pandemia, en el clima de libertad que ha preservado, en el apoyo social brindado a los más desvalidos y en la recuperación del empleo. No es tiempo para aventuras ni volantazos en la conducción del país.
Más que nunca, no derogamos. Más que nunca, cuidemos la coalición. Más que nunca, los colorados en la responsabilidad, como nos lo mandan nuestra identidad, nuestra historia y nuestro futuro.