Por Julio María Sanguinetti
El domingo y el lunes fueron días apasionantes, gratificantes, de los que gustan de ser vividos. Cambiaba el gobierno, pero también, con ello, había algo más profundo, mucho más hondo.
Renacía la sobriedad republicana, formal y austera, como debe ser. Formal, porque la República no puede -ni debe- andar en zapatillas, a diferencia de la monarquía, que puede darse otros lujos, porque su poder es más o menos divino y toda salida de protocolo luce como un acto de sencillez condescendiente para la gente común. La República es formal, porque parte de una estructura jurídica también formal, que es la garantía de todo. Por eso el Uruguay, a impulso de Don Pepe, celebró su primer centenario inaugurando "el Palacio", el templo de nuestra democracia, al que quiso de mármol nacional para erigirlo como la máxima expresión celebratoria.
Naturalmente esa formalidad no impide una razonable austeridad y un decoro que ante todo debe estar en el hablar (y aun en el vestir, aunque parezca trivial). Todo eso se vio en los actos. El discurso del Presidente fue sencillo, claro, directo, fijando los objetivos que definieron su acción a lo largo de la campaña. El himno, que había provocado esos inverosímiles debates uruguayos sobre sí debía cantarse en Mi Bemol Mayor o Si Bemol Mayor, estuvo magnífico, con un coro notable y una soprano magnífica, que interrumpió la tradición de los barítonos para poner una nota de feminidad y arte operístico. Las caballadas coparon Montevideo sin estridencias ni -milagrosamente-ningún accidente equino; pese a que eran tres mil, no hubo un caballo desbocado ni nada fuera de su lugar en la marcha. La ceremonia en la Plaza Independencia, al pie de un monumento Artigas que lucía mejor que nunca, fue también sencilla pero emotiva, con un Presidente Lacalle acompañando del brazo al Dr. Vázquez, mientras bajaba del estrado, en imagen que ha recorrido el mundo.
Lo del lunes mantuvo ese clima. Cada Ministro hizo sus definiciones básicas. Muchísima gente les rodeó y -pese al calor- todo fueron plácemes. Aun cuando Economía y Planeamiento prometieron churchilleanamente "sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor"... también dejaron un trocito de esperanza al final del camino.
Las notas discordantes fueron absolutamente minoritarias, inexpresivas, de ínfima repercusión pero que igual deben hacerse constar por lo que significan como rescoldos de viejos fuegos de resentimiento que aún sobreviven. No hizo bien nuestro colega Mujica en retirarse y no escuchar al Presidente al que acababa de reclamarle la promesa de fidelidad constitucional. Ni la señora Topolansky, que también se retiró sin escuchar al Presidente. Ni hablar de ese grupo " Plenaria Memoria y Justicia", que clamaba odio y venganza en la puerta de una casa de estudio. O de algunos frentistas resentidos que exhibían su malhumor, como un librero que se filmó junto a su hija insultando de modo descontrolado a los jinetes y sus cabalgaduras que venían desde el interior, libre y democráticamente, a celebrar el cambio de mando.
La presencia internacional fue muy relevante y la del Rey de España, que no estuvo en las trasmisiones de mando de nuestros grandes vecinos, marcó un real homenaje a nuestra democracia, a la que conoce por tradición paterna y experiencia personal, porque con 19 años, jovencito guardiamarina del "Sebastián Elcano", nos visitó en la Residencia de Suárez en 1987. Los presidentes de Brasil (sorpresivamente muy aplaudido), Paraguay, Colombia y Chile, el Vicepresidente de Ecuador, más los Cancilleres de Panamá, Bolivia, Angola y, por supuesto, México y Argentina, constituyeron un entorno muy relevante. El Presidente de Argentina dio la explicación plausible de que tenía el discurso inicial en el Congreso, pero el Canciller Solá, explícitamente reconoció que estaba evitando la propuesta reunión con Bolsonaro.
Ahora empieza el andar. Ya gremios de la educación anuncian paro, con los niños y adolecentes, una vez más, de rehenes de sus proclamas. Aún no entró el proyecto de ley de urgente consideración al Parlamento, pero ya están en contra. Se les ha dado algunas explicaciones (y satisfacciones), pero todo sigue adelante, con los epítetos inverosímiles de alguno de los dirigentes. No nos sorprende, porque incluso la segunda presidencia del Dr. Vázquez arrancó con una huelga y una declaración de esencialidad. No por ello dejamos de lamentarlo profundamente, porque no puede ser que sean los docentes gremialmente organizados los más reactivos al cambio, los más conservadores y -lo que es peor- quienes más intentan difundir una ideología marxistoide o populista bien ajena a sus obligaciones pedagógicas, que deben centrarse en los principios constitucionales de democracia y libertades de expresión y de comercio.
En lo demás, las cosas están claras. Hay que intentar la reversión del fenómeno delictivo, empezando por contener el crecimiento constante que venimos sufriendo. Equilibrar las cuentas del Estado, hoy fuertemente desfinanciado. Salvar la seguridad social, cuya suerte está comprometida, sin que los propios jubilados tengan clara conciencia de ello, como lo ha dicho reiteradamente el ex Ministro Astori. Repensar todo el tema de drogas que ya ha cruzado varios "rubicones". Y comenzar la imprescindible reforma educativa, reclamada a gritos por los sectores de la sociedad que comprenden cómo nacen empleos sin candidatos mientras van quedando desocupados los ocupantes que los que la nueva economía relega.
Es todo un programa. No habrá magia. Se requiere paciencia, pero hay esperanza. O, a la inversa, si no avanzamos, no tendremos el futuro que anhelamos.