Por Julio María Sanguinetti
La izquierda latinoamericana tuvo su momento violentista. Salvo en las dictaduras cubana, venezolana y nicaragüense, se han alineado a los conceptos de la democracia liberal. Los mismos que durante años depreciaron por considerarlos "la cáscara vacía de las constituciones burguesas".
Es natural, por lo tanto, que las dictaduras estén afines a todo movimiento de raíz antidemocrática.
Por eso están con Putin y ahora con Hamás. Más reaccionarios imposible.
Al resto, que se ha resignado a éste, "el peor de los sistemas con excepción de todos los otros", les queda sin embargo una suerte de rezago de mala conciencia. Todavía les pesa su viejo sueño frustrado y por eso asumen las posiciones más hipócritas y contradictorias que uno pueda imaginar.
Por ejemplo, defienden todos los movimientos de violencia musulmana. O los defienden o los edulcoran, o los explican en razonamientos que a veces están al borde de la justificación. Días pasados veíamos en el debate presidencial argentino a la candidata de la izquierda defender a Hamás, bajo cuyo eventual gobierno ella no tendría voz ni voto. Para esas tendencias reaccionarias la mujer está solo para parir, limpiar y cocinar a la orden del patriarca. Es increíble pero no lo asumen. Les basta pensar con que EE.UU. apoya a Israel para saber que ellos no pueden estar de su lado.
Esta misma contradicción la vivimos en Uruguay. Al modo uruguayo, naturalmente, más disfrazado y por lo tanto más hipócrita todavía.
Ocurrida la masacre sin precedentes lanzada por Hamás desde Gaza, el Partido Comunista salió enseguida a hacer responsable a Israel tanto como a los que invadían el país asesinando a mansalva (comunicado del 7 de octubre). Hasta degollaron niños como no se ha visto ni en el nazismo. El Frente Amplio quedó cercado por este pronunciamiento de ese grupo que cada día influye más en su conducción y también cayó en la misma hipocresía: así como condenaba el ataque desde Gaza a Israel reiteraba su llamado "a las partes directamente involucradas en el conflicto para que no agraven aún más la situación" En una palabra que no se le ocurra a Israel defenderse y responder el criminal ataque.
No es exagerado por lo tanto que el Comité Central Israelita calificara todas estas declaraciones de "deplorables y mezquinas".
El conflicto del Medio Oriente sabemos que es largo en la historia. Desde 1947, en que Naciones Unidas creó dos estados, uno judío y otro árabe, estamos sumergidos en él. El odio antijudío de los estados musulmanes impidió el nacimiento del estado árabe palestino. Desde entonces, Israel enfrentó siete guerras de sobrevivencia y varias intifadas. En el 2005, voluntariamente le entregó a la incipiente autoridad palestina la franja de Gaza, que antes había sido soberanía egipcia. De nada sirvió. Ha sido una base de lanzamientos de agresiones en todas sus modalidades. La de estos días ha sido la más sangrienta y cruel y es la consecuencia de que la paz venía avanzando en la región, hasta abriéndose conversaciones de Israel con Arabia Saudita.
La actitud de todos estos movimientos de izquierda uruguaya desnuda, una vez más, el remanente antidemocrático que aún esconde su vieja y fracasada pasión revolucionaria. Ella les lleva siempre a mirar con benevolencia las insurrecciones violentas. No les pesa que un país sea democrático y su agresor no.
Basta que un gobierno se proclame de izquierda para que merezca su aplauso o condescendencia. La Cuba tiranizada y empobrecida es apenas "una democracia distinta". Por eso es que hace 50 años pudieron estar en febrero de 1973 con los comunicados 4 y 7 de los golpistas de las Fuerzas Armadas. Por eso es que aún hoy niegan que en la irrupción militar haya tenido incidencia la acción guerrillera, algo tan evidente como que el sol sale cada día.
Realmente nos duele que haya uruguayos que no condenen sin reticencias ni confusiones la violencia inhumana de Hamás. Que así como dicen "nunca más" golpes militares no digan nunca más terrorismo. O que lo digan contradiciéndose en los razonamientos.
Estamos ante definiciones de principio, las esenciales de la vida democrática. Todos vivimos al amparo de la Constitución y sus libertades. Lamentablemente hay quienes que en el fondo no creen en ellas. Apenas se han resignado.