Por Julio María Sanguinetti
Llega el fin de año, hora de balance y mirada hacia el que viene. Ningún análisis puede ignorar que vivimos un mundo que ha sufrido una anacrónica pandemia y una cruel y disparatada guerra europea, con proyecciones enormes sobre la inflación, la energía y la actividad económica. Todos somos interdependientes, aun las mayores potencias del mundo; con más razón países de nuestra dimensión, que habitamos, además, una región particularmente inestable como nuestra América Latina.
En ese contexto, el Uruguay luce, a la mirada internacional, como una suerte de isla de estabilidad. Sometida al escalpelo del análisis local, afincado en las realidades de la vida, que nunca son ideales, podemos empero afirmar que nuestro país hoy transita del mejor modo posible.
Se puso punto final a la emergencia sanitaria, con un altísimo porcentaje de vacunación y el reconocimiento internacional a la eficacia de los servicios del Estado. Hoy, con un repique universal del virus, se continúa vacunando con eficiencia para preservar la salud de la población. En tiempos de excepcionales desafíos, el país ha estado a la altura de las circunstancias.
El 27 de marzo la ciudadanía ratificó la LUC, ley que definía las prioridades del gobierno. La mayoría obtenida en la 2ª. vuelta electoral, se ratificó claramente y hoy, en la perspectiva que dan estos meses, muestra el valor de esa norma tanto como la falencia de una oposición radicalizada que se asentó en la falsedad. Sin sumergirnos en todos los temas, quedó claro, por ejemplo, que la portabilidad numérica benefició rotundamente a los usuarios de telefonía, amplió el mercado y en nada perjudicó a Antel. Era todo tan falso como lo que se decía de la privatización de la educación en el territorio de la verdadera ridiculez.
La inflación no se ha desatado. Cuando el mundo desarrollado anda entre el 8 y el 10%, el Uruguay no llega al 9%. Hay quienes desvalorizan este logro, pero basta mirar lo que ocurre con el 90% de Argentina, para entender que es un enorme activo. Sobre todo cuando la economía ha crecido y se terminará este año en alrededor de un 5%, excepcional cuando se anuncia un enlentecimiento rotundo de la economía, marcado por la pérdida de ritmo de China y un cierto estancamiento norteamericano. El impulso ha estado en una exportación notable, pese a la reconocible existencia de un atraso cambiario.
Este es un punto importante para el año que viene. Cuando el dólar se fortalece en la región, no es sostenible en el tiempo que aquí siga bajando. La experiencia nos dice que, si tasas altas en pesos sirvieron para moderar la inflación, hoy nos pueden llevar a una peligrosa distorsión. La coyuntura internacional no es favorable. Razón de más para extremar recaudos.
El mercado laboral se ha recuperado desde la paralización de la pandemia, al punto que la tasa de actividad está en un 62% y el desempleo en un 7,8%, cuando esta administración comenzó su gestión con un 10%. Este desempeño, con algunos puntos muy altos de empleo en sectores como la construcción, no se ha hecho a expensas del salario real. No olvidemos que en el mes de abril el gobierno adelantó el aumento de jubilaciones (3%) y sueldos públicos (2%), promoviendo, además, rondas salariales para el sector privado. De este modo, el salario real, que había caído en 2020 y 2021, comenzó un proceso de recuperación y, si bien las cifras finales del año aún no están disponibles, puede afirmarse que serán afirmativas.
El esfuerzo social ha sido enorme y están dispuestos unos 1.500 millones de dólares de incremento de gasto en las dos últimas Rendiciones de Cuentas para las áreas prioritarias. Se comenzaron a aplicar 50 millones de dólares en los CAIF, se aumentaron las asignaciones familiares, se comenzó la inversión en los asentamientos, cuyos resultados se empezarán a ver este año que entra y se mantuvieron los planes de alimentación, que si algo han dejado en evidencia es que el Estado ha actuado con infinita más responsabilidad que las famosas "ollas populares", infectadas de un proselitismo inmoral.
Más allá de esta somera visión sobre la coyuntura, se encaran hoy grandes reformas estructurales, como la educación y la seguridad social. La primera, que deberá marcar el acceso de nuestra juventud a las necesidades del mundo digital. La segunda, un compromiso hacia el futuro, que se asume sin necesidades fiscales inmediatas con un sentido de responsabilidad histórica ante las nuevas generaciones.
Termina el año también, con turbulencias mediáticas en que la oposición ha logrado transformar en políticos fenómenos simplemente delictivos. Esa banda de coimeros de pasaportes falsificado para ciudadanos rusos, que venía de gobierno anteriores, sumó a su actividad al jefe de la custodia del Presidente. Bastó ello para que se convirtiera en un formidable culebrón en que se habla de crisis institucional, cuando si algo se advierte es lo opuesto, un funcionamiento independiente de la Justicia y aún de los servicios del Estado que investigaron la seguridad presidencial sin límites de clase alguna. Por aparte, un pasaporte, legítimamente expedido, aunque a un personaje oscuro, se ha sumado al escenario. Y todo ello ha mostrado cosas tan preocupantes como la constante e ilegítima filtración de comunicaciones privadas que, en abierta violación de la intimidad, se agitan con espurios propósitos. Todo está en la órbita judicial, donde los magistrados deben actuar en medio de una presión política agobiante, con tiempos y plazos que no son de la política. Así se alargan discusiones y climas de tensión en que la oposición intenta medrar de un modo escandaloso. Podrá ser, como se repite, que el gobierno pagará un tributo ante la opinión pública, pero tenemos la seguridad de que -si es así- no menor será el que grave a esa oposición iracunda, que todo los falsea, de un modo descarado. Aun la prensa, a la que le cuesta valorizar los episodios.
Confiamos en que estos episodios no harán historia. La Justicia decidirá -cuanto antes mejor- y todos a acatar.
La democracia uruguaya está firme y sólida. El país crece y basta mirar los niveles de consumo en este fin de año para advertir que esa mayor actividad económica proyecta sus beneficiosos efectos en la vida de la familia. Hay rezagos sí, hay sectores marginados, hay islotes de pobreza, pero el Estado no está ausente.
No nos dejemos arrastrar por los microclimas episódicos. Cuando los vientos nublados nos arrecian, levantemos la vista, observemos el panorama y comprobaremos la salud de nuestra República.
Si nuestra visión del país no nos tranquiliza, ampliemos la mirada, comparémonos, y ella nos devolverá la imagen de un país en marcha.