Por Julio María Sanguinetti
El revanchismo que ha animado a la oposición hasta ahora -y parece seguir haciéndolo- no está a la altura del espíritu de diálogo que reclama.
Mi admirado amigo Felipe González suele decir que "la ética democrática es la aceptación de la derrota".
En nuestro país, el Ing. Martínez no la aceptó en noviembre de 2019, cuando perdió frente al Dr. Lacalle Pou. El Sr. Fernando Pereira tampoco la aceptó el domingo pasado cuando pronunció su largo y enfático discurso final. Al día siguiente aclaró que no lo hizo porque en aquel momento aún no estaba el escrutinio definido, excusa escolar porque nadie clausura la jornada electoral con una conferencia cuando no hay decisión. No lo quiso hacer y no lo hizo. Más tarde, aparentemente, ocurrió en privado.
El resultado es claro e inocultable. Propusieron un referéndum y fracasaron. Cuando compiten dos si hay uno que perdió, el otro ganó y en ese caso este es el gobierno de coalición. En noviembre de 2019, el Dr. Lacalle Pou superó al Ing. Martínez por 1,52% de 48,88% a 47,36%. El domingo, la opción del NO obtuvo 51,17% y la del SI 48,82%, o sea, una diferencia de 2,35%. Dicho de otro modo, la Coalición Republicana mantuvo la misma mayoría de noviembre. Lo que se planteó como una revancha de la segunda vuelta, hizo de este referéndum una tercera vuelta que ratificó al gobierno.
Luego de dos años tremendos, con una crisis sanitaria y económica universal, el gobierno mantiene su posición. En el medio hubo una sacrificada labor de enfrentamiento a la pandemia, más una caída del PBI del orden del 4,4%, con la consiguiente perdida de empleo. Hoy se vive una inocultable recuperación, tanto de actividad como de trabajo, pero el salario real aún muestra atrasos, los nuevos empleos no son exactamente los mismos que habían caído y en el camino quedó una nube de pequeñas empresas. Cuando el cielo se empezaba a despejar, nuevo tsunami mundial: una guerra que desata los precios del petróleo y de los alimentos más populares. Es en ese contexto que transcurre la campaña del referéndum, llevada a cabo con una explotación oportunista de la situación y un nivel de mentiras y falsificaciones inéditos en el país.
El último día, el de la veda, se mantuvo a todos los medios ocupados con un presunto operativo "político" en un partido entre Progreso y Cerro, en que la Policía hizo lo habitual: tratar de impedir que se ingresen piedras, bengalas u otros elementos de riesgo. Con dos hinchadas fuertes, podían cruzarse los brazos o hacer lo que los protocolos indicaban. Se decía que el objetivo era procurar materia "político". ¿Qué material? ¿ Papeletas del referéndum, panfletos? Si los hubiera habido, ¿cuál era el problema?
Fue la culminación de tres semanas de anuncios apocalípticos sobre presuntos abusos policiales. Primero 1.000 denuncias de una agresiva asociación de defensores de oficio, luego 50 del Frente Amplio, que ni estaban en el Juzgado o se habían archivado. Naturalmente, para contestar había que revisar, mientras se ganaba tiempo inundando de sospechas el escenario.
Desde el inicio, la mentira fue la norma. Se partió de la destrucción de Antel, que se llevaría a la Justicia, para terminar en el "gatillo fácil" que practicaría la Policía. Todo se fue diluyendo, pero ni bien los datos de la realidad desmentían una afirmación, ya comenzaba la otra.
Ahora asumen inocencia y niegan que estuvieran acosando a la Policía, como ocurrió groseramente. Policía, además, a la que le niegan el mérito de haber logrado una baja de los delitos y a la que querían desarmar jurídicamente con una oposición frontal a las nuevas normas sobre seguridad.
Políticamente, entonces, hoy estamos igual que el primer día, pese a estos tiempos tan tormentosos. El gobierno seguirá dialogando, como lo hicimos incluso con la LUC, modificada en la mitad de sus artículos, incluso a propuesta del Frente Amplio, como fue el caso de Ancap. Los legisladores frentistas votaron el artículo pero sus "superiores", los sindicalistas, resolvieron impugnarlos igual y luego hacían caudal de los aumentos de tarifas que habían dejado deliberadamente atrasadas y de aumentos de petróleo que ignoraban.
Pasado el referéndum, la ley sigue, el gobierno continúa con su programa y el Frente Amplio, que fue arrastrado a este fracaso por el sindicalismo, habla como si la realidad se hubiera modificado y ahora entráramos en un tiempo nuevo. El referéndum no cambió nada. Mostró sí una cierta fatiga de la ciudadanía en las reiteradas convocatorias, con una abstención mayor de la habitual. Mucha gente se sintió lejos del tema y no participó.
El resultado, repetimos es muy parecido al de noviembre, incluso algo mejor. El gobierno entonces sale fortalecido y la imagen del Presidente, que ha sido fundamental, también. Esos análisis que concluyen lo contrario no se sustentan. Insisten en que la mitad minoritaria debe necesariamente ser escuchada y que sin ella no se puede gobernar. Es surrealista: cuando la mitad minoritaria era a la inversa, el Frente Amplio no dialogaba con nadie y le pasaba por encima a la oposición como un tractor. Esa historia está demasiado cerca para olvidar. ¿Eso conduce al actual gobierno a una misma actitud? Desde ya que no, pero dialogar por dialogar es inconducente. El diálogo es útil cuando hay voluntad de negociar. La experiencia es muy negativa con la seguridad social, donde se formó una comisión representativa de todo el espectro político y de las fuerzas sociales, se convocó a los mejores técnicos y cuando llegó la hora de definir, el Frente Amplio y sus cercanos no aprobaron ni siquiera el diagnóstico. El diagnóstico.... que fue un análisis objestivo basado en realidades cuantificables. Pese a nuestro escepticismo, hay que intentar una reforma en serio, porque un cambio cosmético nos dejará pendiente el problema. Ojalá la idea de retornar al gobierno con un problema resuelto predomine sobre el instantaneísmo electoralista.
En resumen, nos cuesta entender esas teorías que le atribuyen a la votación del domingo un cambio cualitativo en una situación que permaneció igual y, en todo caso, rechazó el intento de modificarla. Lo que sí es verdad es que el mundo vuelve a mandar otra tormenta, con inflación de precios y cambio energético. Se la enfrentará con la misma seriedad que la anterior.
Soñemos con que la oposición, hoy tan iracunda, esté a la altura de las circunstancias y entienda que por el camino revanchista que ha recorrido volverá a chocar contra la pared.