La crónica de un hecho histórico
Por Julio María Sanguinetti
El acto del Obelisco, hace 35 años, fue un hito en el largo proceso de la búsqueda de una salida pacífica a la situación de facto.
Luego de la derrota de la propuesta oficialista en el plebiscito de 1980, la elección interna de 1982 había definido claramente las mayorías adentro de los dos partidos tradicionales, con el Wilsonismo en el nacionalismo y el Batllismo Unido en el Partido Colorado. Pero había asumido la presidencia el General Gregorio Álvarez y era evidente su actitud hostil a la salida buscada, perturbándola con constantes provocaciones, como cierres de periódicos o prisiones de dirigentes.
Entre mayo y julio habían transcurrido las reuniones del Parque Hotel, frustradas por la intransigencia militar, que llevó a los partidos opositores a declarar clausurada la negociación. Son públicas las actas de esas reuniones, documento que explicita claramente las posiciones de cada parte.
Es en ese contexto, de creciente presencia opositora, que se produce el acto memorable, cuya gestación bueno es recordar.
Nos reuníamos habitualmente en la casa de Don Juan Pivel Devoto, en la calle Ellauri 484, un grupo de dirigentes blancos y colorados: el dueño de casa, Dardo Ortiz, Fernando Oliú, nacionalistas, y Jorge Batlle, Enrique Tarigo y yo, colorados. En ocasiones, asistían otros amigos. Imaginábamos estrategias, analizábamos los acontecimientos, que ya iban creciendo en importancia, y es en ese contexto que —una cierta tarde— Jorge Batlle propone pedir permiso para hacer un acto el último domingo de noviembre de 1983, un año exacto antes de la fecha que, según el cronograma propuesto, debería ser la elección. Naturalmente, ese cronograma pendía de un hilo y nadie tenía la certeza de si se iba a cumplir.
El Dr. Gonzalo Aguirre redactó la nota, en nombre de los dos partidos, y fue a la Jefatura a solicitar el permiso al Jefe de Policía Coronel Washington Varela (que ascendería luego a General). Pasaron los días y cuando ya estábamos resignados a que no hubiera respuesta, se nos comunica la aprobación.
Se nos abre entonces el dilema de si organizar el acto solamente los solicitantes o si añadir al Frente Amplio, todavía proscripto de la actividad política y que no había podido participar de las internas de 1982. Dar ese paso suponía el riesgo de una marcha atrás en la autorización policial concedida; incorporar al Frente Amplio suponía avanzar cualitativamente en el camino de salida de un modo fundamental, porque era prácticamente desproscribirlo. Optamos por esto último y se tomó contacto con el Dr. Cardozo, del Partido Socialista, y Juan Pablo Terra, del Partido Demócrata Cristiano, quienes a su vez conversaron con sus correligionarios. Se formó un grupo coordinador, que invitó, además, a entidades gremiales, obreras y empresariales.
El otro dilema era qué hacer en el acto. ¿Quiénes podrían hablar? La propuesta de leer una proclama fue de Don Juan Pivel Devoto, quien a su vez también sugirió el nombre del actor Alberto Candeau, como figura y voz adecuadas para su lectura. Se encargó a los Dres. Gonzalo Aguirre y Enrique Tarigo que escribieran el texto. Aguirre escribió a máquina un borrador y Tarigo dijo: “Solo le faltan los aplausos…”. Con todo, en forma manuscrita, realizó algunas correcciones y añadidos.
El estrado se repartió, generosamente, por partes iguales, para las tres colectividades. Se acordó que no hubiera carteles o banderas partidarias (cosa no estrictamente cumplida más tarde).
Llegada la hora, una multitud se fue congregando hasta configurar una enorme y compacta masa que llenó la avenida central del Partido Batlle. Candeau leyó la proclama y una onda emocional recorrió a la concurrencia. Se veían lágrimas, luego prolongados aplausos, verdaderas ovaciones…
Todavía se discute el número de asistente. Poco importa. Fue el más grande de la vida política uruguaya.
La reacción del General Álvarez midió, con su enojo, la importancia del episodio. Dijo que las tradiciones de Rivera, Oribe, Saravia y Batlle, habían “sido revolcadas en el más nauseabundo de los barros”. Agregó que pese a que el acto fuera organizado por las corrientes tradicionales, en el estado se habían agregado “notorios marxistas, integrados en el llamado Frente Amplio, algunos condenados por delitos de subversión y terrorismo”. Terminó citando a Discépolo y calificando de “cambalache” a los presentes en el estrado.
A partir de allí la oposición se fortaleció. Desgraciadamente, el Partido Nacional, atado a la estrategia definida por Wilson, hizo varias propuestas, se le esperó, mientras flotaba el fantasma de la prórroga del mandato de Álvarez. Finalmente, en el Club Naval, el Partido Colorado, el Frente Amplio y la Unión Cívica pusieron fecha y hora al fin de la dictadura. El Partido Nacional igualmente participó de la elección con la candidatura del Dr. Zumarán. Y el 1º de marzo de 1985, retornó la democracia, en plenitud. Desde ese día, en el Uruguay, no hubo más eclipses de la libertad.
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