“Luisito” Batlle Berres
Al cumplirse hoy un nuevo aniversario del fallecimiento de Luis Batlle, tenemos el gusto de reproducir dos notas que el historiador blanco Lincoln Maiztegui Casas publicó hace un tiempo en El Observador. Ambos artículos respiran una admiración que vale más allá de las fronteras ideológicas o partidarias.
El próximo 15 de julio se cumplirán 50 años –medio siglo– del fallecimiento de Luis Batlle Berres, uno de los más extraordinarios caudillos políticos de entre todos los que actuaron en el Uruguay independiente.
Miembro de una destacada familia con peso político propio desde tiempos de la colonia, caracterizada por producir caracteres fuertes de poderosa voluntad, el pueblo lo conoció –y lo recuerda– simplemente como “Luisito”, lo que tiene mucho más significado de lo que parece.
Evocar su cálida figura y su decisivo pasaje por la vida política de la nación es el objetivo de esta nota. Como una simple anécdota, quien esto escribe recuerda, a sus 12 o 13 años, las admirativas expresiones de su madre, Brenda Casas Araújo, con ocasión de la visita que Batlle Berres hiciera a Estados Unidos siendo presidente del Consejo Nacional de Gobierno, respecto a las duras declaraciones que el líder hiciera en referencia a la política de la gran superpotencia.
En boca de una persona de filiación tan blanca como mi madre, aquello tenía un valor muy alto. “¿Te volviste batllista, mamá?” –le pregunté, con sorna juvenil. Y su respuesta: “Batllista, nunca. Soy luisista”.
A tantos años de distancia, y con todos los matices que se quiera, yo también me defino como luisista.
El sobrino
Luis Conrado Batlle Berres nació en Montevideo el 26 de noviembre de 1897. Era hijo de Luis Batlle y Ordóñez, hermano de don Pepe, y de Petrona Berres Mac Entire, de ascendencia escocesa, cuyo apellido paterno era una deformación del original Bayrres, o según otros, Berry.
Tenía 3 años cuando murió su madre, y apenas 11 cuando perdió a su progenitor. Transformado abruptamente de vástago menor de progenie distinguida (tuvo varios hermanos: Lorenzo Cástor, que fue director de la Cárcel Penitenciaria, periodista deportivo y presidente del club Olimpia, después River Plate; José Víctor, Duncan Gerardo, senador en el período 1955-59, Sara Amalia y dos que fallecieron en la infancia: Jorge Pólux, gemelo de Lorenzo, y José Alberto; medios hermanos suyos, como hijos del segundo matrimonio de su padre –con María Elena Santos– fueron Marcos y Marta Margarita) en un huérfano potencialmente desamparado.
Se crió en el seno de la familia de su ilustre tío José Batlle y Ordóñez, y creció en la quinta de Piedras Blancas junto a tres primos varones, César (1885-1966), Lorenzo (1897-1954) y Rafael (1888-1960) Batlle Pacheco, que, de creer a una antigua versión tradicional, nunca terminaron de aceptarlo sin recelos. Su curioso y austero encanto personal y su talento no escaparon a la fina percepción de don Pepe. Estudió en la escuela particular de las hermanas María y Anatolia Marrupe, y cursó la secundaria en el Colegio-Liceo Elbio Fernández. Emprendió estudios de derecho y después de medicina, pero no estaba en su espíritu completar una carrera universitaria; atraído irresistiblemente por la política y el periodismo, dejó los estudios. Secretario personal de su tío, fue luego redactor –y más tarde director– de los diarios El Día y El Ideal.
Muy pronto se hizo conocer en el ambiente político del sereno Uruguay de los años 20. En 1922 conoció a Matilde Ibáñez Tálice (1907-2002), argentina de nacimiento, que lo vio en una función del Teatro Solís y lo confundió con un obrero, por la forma bohemia y descuidada en que vestía, lo que, pese a todo, no llegaba a ocultar su apostura. Iniciaron de inmediato el noviazgo y contrajeron enlace en 1927. Padrino de la boda fue don José Batlle y Ordóñez.
En 1922 se produjo un serio incidente entre don Pepe y Enrique Areco, colorado del sector de Feliciano Viera; y Luis, que sabía que su tío había tomado horror a los duelos después de la muerte de Washington Beltrán (acacida en 1920), provocó a Areco y tuvo con él su primer combate a sable, que terminó con los dos protagonistas heridos, aunque no de gravedad. Ese mismo año se batió nuevamente, esta vez con el Dr. Raúl Jude, a pistola, a 30 pasos, con tres tiros pactados y apuntando. El lance pasó sin consecuencias, pero dejó en claro una de las principales características de Luis Batlle Berres; su disposición a jugarse por aquellos que amaba.
La carrera política
En 1923 fue electo diputado por primera vez, y logró ser reelecto en períodos consecutivos hasta la ruptura institucional de 1933. Pisaba fuerte en la política nacional, incluso más fuerte que sus dos primos que lo acompañaron en la misma pasión, César y Lorenzo (el tercero, Rafael, se dedicó a la poesía y al periodismo). Pero aún le quedaba tiempo para los pequeños placeres de la vida; jugar y asistir al fútbol (era hincha de Wanderers), tirarse unos pesitos a la quiniela o jugar al ajedrez.
La relación con sus primos, al menos por entonces, no era mala; muchos testimonian que Luis saltaba como un tigre si alguien hablaba mal de ellos. Y de hecho, cuando se produjo el golpe de Estado de Gabriel Terra, el 31 de marzo de 1933, los Batlle, como un solo hombre, tomaron el camino de la oposición y la resistencia. Luisito, como ya era conocido por sus íntimos (el sobrenombre se haría más tarde inmensamente popular) fue detenido en el cuartel de bomberos, y luego deportado al Brasil. Se instaló más tarde con su esposa y sus tres hijos –Jorge, Luis y Matilde– en Buenos Aires, en un modestísimo apartamento, y ambos esposos vivieron días de zozobra cuando Luis, el segundo nacido, de apenas 3 años, enfermó gravemente.
Batlle Berres dividió su tiempo entre una apasionada actividad conspirativa –participó en los preparativos de la intentona armada que encabezara en 1935 el caudillo blanco Basilio Muñoz –y la atención a las necesidades básicas de su familia. Todavía tuvo tiempo de escribir dos libros– Cobardía y traición y La sombra del manzanillo, este poco más que un folleto que firmó como George Verité– en los que atacaba duramente a la dictadura, y para trabajar en el diario La Razón, donde firmaba como Gerardo López. Regresó al Uruguay en 1936 y reanudó su actividad política con un rasgo de visionario: adquirió radio Ariel, con un préstamo de su padrino José Irureta Goyena, y la garantía de Domingo Arena. En 1942 respaldó, junto a su grupo, el golpe de Estado del general Alfredo Baldomir y fue electo diputado nuevamente.
La presidencia: versiones encontradas
Al aproximarse los comicios de 1946 su nombre sonó como posible candidato a la intendencia de Montevideo, pero, según se dice, Lorenzo Batlle Pacheco se opuso de manera intransigente (“si le damos la intendencia a ese loquito, perdemos las elecciones”). Terminó integrando la fórmula electoral del batllismo como candidato a la vicepresidencia de don Tomás Berreta. Ésta es la versión más difundida, pero no la más creíble.
Ni la oposición entre los primos parece haber sido por entonces tan radical como se ha dicho, ni darle la vicepresidencia a un “loquito” parece forma útil de quitarlo de la troya. Máxime cuando era por entonces un secreto a voces que Berreta, con sus 71 años a cuestas, estaba gravemente enfermo y era muy probable que no terminara su mandato. Más plausible parece suponer que los hermanos Batlle Pacheco creyeron que, catapultando a su primo a ese cargo, podrían más tarde teledirigirlo y convertirse en el poder detrás del trono.
Luis Batlle Berres ascendió a la presidencia de la República con 49 años, un enorme caudal de energía, proyectos audaces y una personalidad mucho más marcada de lo que algunos pensaban. Se liberó drásticamente del control que César y Lorenzo trataron de ejercer desde la tutela familiar y el diario El Día –y entonces sí, la ruptura fue absoluta–, fundó su propio diario (Acción) en 1948, extendió todo lo que pudo su red de clubes seccionales y fortaleció su propia lista de diputados, con el número 15, que ya había presentado en 1946. El batllismo se dividió, y de forma irreconciliable, entre “la catorce”, representada por los Batlle Pacheco y El Día, y “la quince”, liderada por Luisito, con el diario Acción y la radio Ariel.
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