Por Julio María Sanguinetti
Este 2021 termina con notorias mejoras económicas y sociales. Pero 2022 nos depara formidables desafíos.
Estamos terminando un año que nunca imaginábamos que sería así. Como tampoco hubiéramos imaginado que el 2020 volviera a ser "el año de la peste", la repetición de 1918. El hecho es que la pandemia se extendió más de la cuenta y ahora tenemos pendiente otra amenaza. Pero ahora sabemos -o saben los que saben- lo que hay que hacer y si seguimos con la vacuna a ritmo fuerte (mayor que el de estos días), aparentemente conviviremos con el tema. En cualquier caso, las alarmas europeas cruzan el Atlántico para encender su luz amarillenta. No obstante, el tercer año no será igual, porque el gobierno y la sociedad uruguaya afrontarán la situación de otro modo.
Será un año bisagra, un antes y un después.
El primer gran desafío, casi que no habría por qué decirlo, es el referéndum. El triunfo del No es en extremo fundamental para materias específicas como seguridad o educación, pero también hacia el conjunto de la actividad nacional. Consolidaría al gobierno, ratificaría el clima favorable a la inversión hoy existente y facilitaría la gestión en las materias en curso. De ahí la necesidad de un gran esfuerzo, cuando el PIT CNT está haciendo ya una gran movilización y una campaña financiera hasta internacional
Esta situación es un cambio cualitativo aun no suficientemente valorado: el alejamiento de la vieja generación en el liderazgo frentista ha dejado un espacio que ha llenado la dirigencia sindical. Por eso Fernando Pereira simplemente cambia de Presidencia, pasando de la gremial a la política, en un proceso inequívoco de identidad de ambas organizaciones. Su socio Abdala queda a cargo de la gremial. Por cierto no estoy cuestionando las personas, por quienes tengo respeto personal e intelectual, aunque transitemos por veredas opuestas de la ideología. El hecho es de una relevancia política incuestionable, que se hizo ostensible cuando el PIT CNT rescató del aburrimiento la campaña de las firmas y provocó el referéndum.
O sea que no nos creamos que basta con la bienvenida popularidad de nuestro Presidente. Hay que ayudar por todos los medios posibles.
El año termina mucho mejor en lo económico y social. Ha bajado la desocupación y también la pobreza; la construcción está en un nivel de actividad altísimo, la industria ha mejorado su actividad, la exportación agroindustrial alcanza el tope y el crecimiento del PBI (3,5%) resume, en este último semestre, un panorama de crecimiento económico. El 2022 nos obliga a consolidar esta tendencia. Se va en la buena dirección y no hay que cambiar el rumbo y correr el riesgo de descarrillar.
El tema se vincula, en otra dimensión, a la agitación sindical. Se ha publicado estos días un indicador anual que muestra que el año no ha sido malo en cuanto a conflictos. Como todos los porcentajes esconde una realidad, que -en este caso- es la concentración de los conflictos cuando se alcanzó la certeza del referéndum y la calidad de esos conflictos, todos estratégicos: puerto, transporte, combustible. Como siempre, el gobierno actúa con la prudencia propia de los gobiernos democráticos, pero lo obligan a actuar en los límites.
Si miramos la agenda de este año, nada tiene la importancia de la Transformación Educativa. El país se está jugando el futuro, porque luego del fracaso frentista, que invirtió mucho y mal y cosechó los peores indicadores de la historia, no podemos detenernos. La pandemia, por cierto, complicó todo, pero no impidió, por ejemplo, que se instalaran doce Centros Espínola, seis en UTU y seis en Secundaria, que son el nuevo modelo para la educación media: tiempo completo, tres comidas, educación por área de conocimiento, profesores estables, métodos pedagógicos modernos, etcétera, etcétera. Este año se abrirán 19. Es un proceso gradual, pero muy profundo. Necesitará dinero, por cierto, pero nos parece que hace falta generar una conciencia nacional para que el país todo entienda que estamos obligados a esa transformación. Y que los gremios, tan conservadores y resistentes al cambio, sientan también esa responsabilidad ante una juventud, a la que de a ratos parecen olvidar.
Más allá de esa prioridad excluyente, no se puede ignorar el valor de la relación internacional, en que nuestro gobierno esté empeñado, tratando de abrir mercados y horizontes en caminos empedrados. El eventual acuerdo comercial con China sería sin duda una gran noticia, tan grande como lo fue el establecimiento de nuestras relaciones diplomáticas, allá por 1987. Pero no puede ocurrir a expensas de un Mercosur que, aunque alicaído, sigue siendo una exportación del mismo porte que la de China, que es individualmente la mayor. Está claro que con Argentina todo se hace difícil, pero ya que Brasil está en la línea des bajar aranceles y abrir su economía, los próximos meses serán la hora de acercar posiciones. Del mismo modo que, como ya lo ha dicho el Partido Colorado, se hace necesario explorar cuanto antes el camino del Acuerdo Transpacífico (CPTPP), posibles entendimientos sobre servicios con EE.UU., Reino Unido y la propia China y reingresar a la negociación del TIFA, del que en un lejano día, por prejuicios dogmáticos, Uruguay se alejó.
El tema de la seguridad ciudadana está encaminado, salvo que el país se deje arrastrar a una nefasta marcha atrás si se derogan las disposiciones de la LUC. El crecimiento económico, que ya se insinúa, requiere sin embargo lecturas parciales. Es notable el avance tecnológico de la agropecuaria, que hoy logra récords de stocks de ganado y de exportación, no obstante el largo millón de hectáreas destinadas a la forestación. Los campos valen y la producción intensiva muestra sus resultados. Es claro que deja atrás a productores sin las capacidades para mantener ese ritmo; habrá que arrimarse a ellos, como se hizo en su tiempo con viticultores y tamberos, para rescatarlos. Del mismo modo que todo el complejo de la lechería merece hoy un reexamen cuando, salvo Conaprole, se vive una situación crítica en la industria.
Por cierto, podemos hablar de muchos otros temas y desafíos, pero baste este panorama para terminar un año en que nuevamente la Coalición Republicana ha mostrado su capacidad de gestión. Por supuesto, no podemos ignorar el sacudón del tema forestal, lamentable a nuestro juicio por lo que significa de cínico oportunismo del Frente Amplio y de visión conservadora de nuestros socios de Cabildo Abierto. Pero esa revolución no se detendrá. Está todavía a medio camino en lo industrial y el futuro volverá a ratificar la visión de largo plazo de nuestro gobierno de 1985, que tuvo aquella notable iniciativa.
Por lo de casa, digamos que el Partido Colorado está firme, como siempre. Ya hemos hablado de nuestros problemas, de la lejanía de las candidaturas, pero por encima de todo está nuestra conducta y contribución al gobierno. No somos un partido de ocasión. Proponemos pero no extorsionamos. Miramos hacia adelante, no hacia atrás. Esa es nuestra historia. Y nuestro ineludible futuro.