Por Julio María Sanguinetti
Asistimos estos días a un episodio político que va más allá de su superficie: la recolección de firmas del PIT-CNT para plebiscitar una reforma constitucional que establece cambios sustantivos en el régimen de seguridad social. La organización sindical, junto al Partido Comunista, se llevan por delante a la mitad del Frente Amplio y se lanzan a esa aventura, generándole un fuerte conflicto interno. Es la consecuencia de un Frente Amplio sin los viejos liderazgos en que, como consecuencia, la visión "clasista" y corporativa de los sindicatos readquiere fuerza protagónica.
Ya hemos señalado el sustantivo error en que se basa la propuesta. Eliminar el ahorro individual y volver al viejo sistema se riñe con una demografía cada vez más envejecida. Atropella además derechos fundamentales al expropiar un gigantesco fondo propiedad de los afiliados. Fijar 60 años rígidos de edad para la jubilaciones choca con la realidad, para empezar ya mismo con el reciente acuerdo de los bancarios que prevé la jubilación a edades de hasta 65 años. Tomar el salario mínimo nacional como un límite mínimo para la pasividad es también inconveniente, cuando la nueva ley ya establece un suplemento solidario que atiende las situaciones más afligentes con una mejor herramienta. En cualquier caso, introducir estas rigideces constitucionales en una materia cambiante, propia de la ley, es realmente una condena para las administraciones futuras.
Esto no sólo lo pensamos quienes propiciamos la reforma. Es notorio que el MPP no está favor y también lo es que una figura fundamental del punto de vista ideológico, como el economista Gabriel Oddone, ha explicado porqué considera la propuesta "inadecuada, inconveniente e imprudente" (Búsqueda, 28 de octubre). Estamos hablando de quien se presume sería el Ministro de Economía en una eventual presidencia del Intendente Orsi, que -por supuesto- tampoco está a favor de la recolección de firmas.
Todo el episodio es revelador. Es una especie de anticipación escenográfica de lo que sería ese eventual gobierno frentista. Como ya no están ni el General Seregni ni el Dr. Vázquez como líderes políticos, ni el Contador Astori como líder político e intelectual (manejó la economía los quince años del Frente y enterró los viejos eslóganes), se ha acrecentado el poder del PIT-CNT.
Es una gran fuerza de movilización, que opera adentro del Frente Amplio a través del Partido Comunista, al que pertenece su principal figura, Marcelo Abdala, un marxista leninista honestamente convencido. Respetable personalmente, sin duda, pero dogmático puro y duro.
Está claro que la revolución comunista no ocurrirá y que Abdala no se propone para encabezarla. Pero su visión corporativa, parcial y clasista, pesa muchísimo más en el Frente Amplio actual. Ésta paralizaría todo intento de modernización, todo aquello que piense en competitividad del país, que apunte a la eficiencia, que forme ciudadanos para este tiempo histórico, que trate de atender el imperativo categórico de insertarnos cabalmente en un mundo en que la economía de mercado predomina (hasta en la China comunista). Es gente que cree que todavía Cuba es una revolución y una esperanza y no lo que es, un país en la miseria conducido por un totalitarismo empobrecedor. Por cierto no están más en la revolución pero el solo hecho de creer que allí hay algo de respetable refleja una mentalidad incompatible con un desarrollo esperanzado en medio de la sociedad digital y capitalista en que estamos sumergidos.
Asistimos, en vivo y en directo, con un realismo rotundo, a lo que sería un gobierno frentista, paralizado por los debates ideológicos entre quienes ya se han resignado a la filosofía liberal y a una economía de mercado que abominan; y los que todavía siguen soñando con un socialismo utópico, ya fracasado en la realidad de todas las variantes que intentó. Presenciamos un ensayo general, con todo el elenco en el escenario y la orquesta en el foso.
No estamos hablando de los matices y diferencias propias de quienes vivimos en la democracia y pensamos, en variantes de grado, sobre más o menos intervención del Estado o más o menos internacionalismo. No es eso, son diferencias de principio y desde esa distancia, cada asunto de la realidad seguramente va a tener interpretaciones diferentes.
No se puede gobernar con dos sistemas de pensamiento. Porque los grandes asuntos del Estado no permiten ese estado de asamblea permanente, tan afín a la dirigencia frentista.