Por Julio María Sanguinetti
Las grandes empresas del Estado han sido una larga construcción del Estado Batllista, que empezó con los bancos, el República y el de Seguros, y siguió con los entes comerciales, hasta hoy.
Don Pepe le escribe desde Europa a Williman para crear un monopolio de los seguros, sustituyendo a las grandes compañías europeas. Lo logró parcialmente. Era su tiempo: los monopolios tenían un sentido fundacional, de emancipación económica. Hoy el Banco de Seguros compite y lo ha hecho con éxito. Se ha fortalecido como empresa y el ciudadano se beneficia de la competencia, tiene opciones, puede contratar al que le ofrezca lo mejor.
Lo mismo ha pasado en telefonía. En 1989, en nuestro primer gobierno, se autorizó la telefonía celular a la empresa internacional que entonces se llamó Movicom, como se le decía popularmente al aparato celular. Soslayamos el debate ideológico, porque se le dio entrada al mercado por medio de un arrendamiento de las torres de Antel, de modo que incluso la factura venía con el RUC de la misma Antel, que poco después salió con Ancel. El país se acostumbró a la competencia y pocos años más tarde se autorizaron a Movistar y a Claro, sin que nadie discutiera. El ciudadano se ha beneficiado de esa competencia.
Lo mismo ha pasado ahora con la portabilidad numérica. Se decía que sería catastrófico para Antel y no ha pasado nada, por lo menos nada negativo. Los 4 millones de usuarios de telefonía celular se han beneficiado de una enorme competencia que se desató entre todos. Hace dos meses, Antel había ganado 1.000 clientes, ahora son sus competidores quienes reconquistaron una cifra parecida. Pero en el conjunto Antel tiene 25 mil contratos más y las tarifas -de todos- han bajado un 17% según la Ursec. El Giga, que es lo que más se vende sin contrato, ganó un 70%. Al final de cuentas el mercado se amplió y el ciudadano tiene mejor acceso al servicio.
Esto es lo moderno, la empresa del Estado al servicio del ciudadano, para que en un mundo de competencia, estemos al día en tecnología, nos sirvamos de la mayor inversión posible, pública y privada, y los precios sean razonables.
En esta materia, hay un debate ideológico importante. En una punta están los privatistas, como los que sostenían la venta de Antel en la Ley de Empresas Públicas que se plebiscitó en 1993, con un 70% de rechazo. No entendieron que ya existía la competencia en materia de telefonía celular y que la fija no tenía ni de cerca la misma importancia. Fue un error llevar al país a ese debate. La perspectiva del tiempo nos dice que hoy nadie pediría privatizar Antel, pero si seguir desarrollando la competencia en que ya está desde 1989.
En la otra punta está el Frente Amplio, sosteniendo el inmovilismo. Invocan a Batlle, con increíble desparpajo como si no hubieran hecho todo lo posible para liquidar el Estado "burgués" del Batllismo aun por la vía armada. Hablan de un Batlle cuyo reformismo no entienden. Él fue siempre anticipatorio. Y si hace 100 años tenían sentido algunos monopolios hoy casi ninguno se sostiene. Llegan siglo más tarde.
Entre esos dos extremos, el conservador y el liberal a ultranza, está el reformismo. Eso es lo que se ha hecho y se está haciendo. Por eso hay competencia en celulares y por eso la portabilidad numérica, sin ningún terremoto (porque los cambios fueron porcentualmente pequeños), ha beneficiado al ciudadano.
Hoy se pone el grito en el cielo porque el gobierno ha reconocido el derecho a la explotación comercial de Internet a cinco empresas que impugnaron la constitucionalidad del art. 56 de la ley de medios que prohibía a todo operador dar ese servicio. Fue la justicia la que dijo que allí no había monopolio, porque los monopolios se establecen por una ley especial, con dos tercios de votos. El Ejecutivo ahora simplemente está reconociendo el fallo judicial y por equidad tendrá que hacerlo con las empresas de cable de todo el país. Éstas son 86 y ya hay una treintena que ha iniciado también la acción de inconstitucionalidad. De modo que, o bien se deroga toda la ley de medios o se dispone un artículo específico para que estos cableoperadores puedan acceder a ese mercado y sobrevivir, ya que los hechos dicen que la tecnología los está llevando a la crisis.
Antel, que tiene fibra óptica de sobra, podrá actuar como mayorista y venderle acceso a los canales. O bien éstos podrán tender sus propias redes, ya que no hay monopolio.
Son pasos adelante en la modernización del país. Y ANTEL, una formidable empresa, competirá con éxito. Los que la quieren monopolista la condenan al atraso. En un mundo de comunicaciones que cambia por minutos, quienes confiamos en la capacidad de ANTEL para competir, miramos hacia delante con esperanza.
Entre privatistas e inmovilistas conservadores (que se dicen progresistas pero rechazan todo cambio), el histórico reformismo que el Batllismo incorporó a la matriz nacional, es el que nuevamente nos da la respuesta. Ni un extremo ni otro. El Estado al servicio del ciudadano, no éste al servicio del Estado.