Uruguay violento
Por Julio María Sanguinetti
La vieja sociedad uruguaya integrada ha parido un Uruguay violento, al punto que el propio Mujica advierte —pero resignadamente— que esa violencia “es difícil de contener”.
Días pasados, la Ministro de Seguridad de Argentina, Patricia Bullrich, dijo que Montevideo tenía más asesinatos que Argentina. Como en su país, en general, hay una visión muy favorable al nuestro, mirado siempre como una democracia apacible, la Ministro ponía ese ejemplo para defender la situación a su cargo. Las informaciones oficiales confirman lo dicho: Montevideo tuvo el año pasado 8,1 homicidios cada 100 mil habitantes, mientras la Argentina tuvo 6. Si comparamos Montevideo con Buenos Aires, se repite nuestra situación: 6,8 para Buenos Aires contra un 11,7 para Montevideo.
En estos meses de 2018 la situación tiende aun a agravarse exponencialmente: el cuatrimestre cierra con 147 muertes. Tradicionalmente había unos 200 homicidios por año. Luego pasamos a casi 300 el año pasado y hoy marchamos a una situación mucho peor.
Dentro de esa cifra, los “ajustes de cuenta” continúan creciendo: de 77 homicidios en 2012, se pasó a 81 en 2013 y a 127 el año pasado. Este año se estima que más de un 58% de los homicidios fueron por esta causa.
El ajuste de cuentas nos pone delante de una situación gravísima: no solo son asesinatos y las vidas valen todas iguales, sino que además revela la existencia de bandas armadas disputándose el terreno en el mercado de drogas. Lo que nos dice, a su vez, que ese mercado ha crecido, sea en consumo o en tránsito.
Las requisas se drogas se duplicaron el año pasado. Fueron 408 “ladrillos” de marihuana, 12 mil pastillas de éxtasis y 12 kilos de cocaína. Esto revela el aumento del consumo.
Según el Monitor Cannábico oficial, la mitad de la marihuana que se consume es del mercado negro. Y como el mercado es más grande, el narcotráfico no ha perdido nada. Y se le ha agregado, claramente, la cocaína y las pastillas sintéticas, como el éxtasis. Todo indica, además, que se ha internacionalizado la imagen de que Uruguay es la nueva Holanda, el paraíso de la legalización de las drogas y entonces hemos pasado a ser también un lugar de pasaje más importante de lo que éramos.
El Presidente Mujica, autor de la ley de legalización de la marihuana, la presentó, en 2012 como una estrategia, justamente, para disputar el mercado al narcotráfico y disminuir el delito. Se aprobó al año siguiente y a esta altura está claro que, lejos de ayudar, ha contribuido a aumentar el consumo de marihuana y, detrás de ella, de otras drogas. Él mismo ahora reconoce que “hay un grado de violencia difícil de contener”, que crece el sicariato y que “si no hay un cambio cultural desde la base de la sociedad, los medios represivos por sí solos me parece que no alcanzan”.
O sea que reconoce el avance del narcotráfico y añade que hay que avanzar en la cultura de la sociedad. Pues justamente ahí está una de las claves: se ha difundido la “contracultura”. La ley de legalización ha producido una banalización generalizada del consumo de drogas. La marihuana es más considerada como un medicamento que como droga, al confundir usos medicinales del cannabis con su utilización psicotrópica y eventualmente adictiva.
El tema es tan grave, tan grave, que se ha denunciado que en la Escuela N° 385 del barrio Maracaná hay dos niños, de 10 y 13 años, que consumen drogas, amenazan a las niñas y agreden a sus compañeros. Un grupo de padres hizo la denuncia en la comisaria y denunció la situación en Primaria. No pasó nada hasta que salieron a los medios y entonces aparecieron las autoridades. Pero no hay una respuesta efectiva. No se aprecia que esto es apenas la punta del iceberg y que por debajo hay una situación generalizada, evidente en la enseñanza media.
No pensamos que la ley de regulación de la marihuana sea la única causa de este retroceso. Pero sí que, lejos de alcanzar su propósito de disminuir el mercado del narcotráfico y la violencia consiguiente (así fue presentada en Presidencia de la República en 2012, con tres Ministros reunidos), la ha alentado. Y lo que es peor, ha profundizado su naturaleza criminal.
Hoy el desafío del consumo está en los liceos y hasta en las escuelas. Y el narco, como ya se ha visto, domina en el Chuy, en Salto y hasta hay matanzas en ciudades tan apacibles como Minas. Realmente es espantoso lo que ocurre. Y seguimos con anécdotas. Como la del Sr. Novick, asombrado de la tecnología de que dispone el Ministerio del Interior y todas las sainetescas aclaraciones y rectificaciones posteriores, que nada aluden a la profundidad y naturaleza de este flagelo. Añadámosle a esta situación la crueldad de los crímenes comunes, como los que estos días nos han conmovido, el joven del Cerro que jugaba golf, el muchacho del supermercado… Muchachos trabajadores, luchando por superarse. Es para llorar. ¿En esta crueldad no habrá también el ingrediente de delincuentes que ganan coraje con droga?
Estamos asistiendo a la irrupción de otro Uruguay, que se viene gestando hace más de una década.
Realmente, ya no se sabe qué decir y cómo hacerse oír.
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