Mentiras, mentiras, mentiras...
Por Julio María Sanguinetti
Asistimos estos días a unos arrebatos exorbitados de jerarcas oficialistas que, en el habitual estilo de ignorar toda responsabilidad propia y atribuir culpas a todos los demás, los de antes y —por las dudas— los de mañana, han formulado apreciaciones abusivas.
El novel Senador Charles Carrera, hasta hace poco jerarca del Ministerio del Interior, recayó en la triple repetición, que es otra de las modalidades frentistas. “Educación, educación y educación”, dijo Mujica y ya sabemos en lo que terminó. “Herencia maldita, maldita, maldita”, dice ahora este buen señor, integrante de un gobierno que lleva 13 años de actuación y sigue atribuyendo la responsabilidad de los delitos a los gobiernos anteriores.
“La década del 90” es la responsable de todo. Y ella terminó (año 2000) con 6.752 rapiñas en el año. El Frente asumió cuando había poco más de 9 mil. Bonomi entró el Ministerio con 12 mil. El año pasado fueron 20.300 y al parecer el logro fenomenal de este 2017 es que bajarían algo así como un 4%, que es lo que también ha ocurrido en algunos años anteriores (2003, 2001, 1998, 1988). O sea que cerraremos este año en alrededor de 19.000, más del doble de cuando alcanzaron el gobierno.
Realmente es reírse de la gente, asumirla estúpida, cuando se hacen esas afirmaciones agresivas, pensando que esa rotundidad, que ese énfasis, encubrirá algo que no es una sensación sino una realidad. Esas rapiñas, además, ya no reconocen horario ni lugar. Es a cualquier hora y en cualquier lugar. Hace rato que el delito no se reduce a lugares marginales. Ha invadido toda la sociedad. Como lo dijo en cierto momento el alcalde frentista de Punta Carretas, que no sabiendo cómo explicar la ola de robos en el lugar, pronunció una frase para la historia: “¿A donde quieren que vayan a robar? Vienen a donde hay más plata”. A lo que se añade la crueldad del asesinato gratuito, vinculada a una expansión de la droga, que va creciendo —sordamente— como una marea fatal.
Para hacerle compañía a Carrera, el Ministro Murro —como ya se ha comentado en CORREO— se abalanzó sobre el sistema jubilatorio vigente, que salvó al país de una catástrofe, afirmando —a raíz del actual debate sobre los famosos cincuentones— que los partidos tradicionales debían “pedirle disculpas a la población por el daño que le han hecho a miles de ciudadanos”. O sea que, según su reiterado criterio, el gobierno y el parlamento de 1995 hicieron mal en salvar el Banco de Previsión Social, establecer la historia laboral para asegurar el registro del trabajo realizado, abreviar los trámites de jubilación, disminuir el peso de la seguridad social sobre las finanzas, darle tranquilidad a los funcionarios y combinar el principio de solidaridad intergeneracional con el ahorro individual de cada trabajador, hoy protegido en su libertad de elegir y en la seguridad de sus aportes. En aquel momento, la aplicación del viejo sistema de reparto más el ajuste automático de las jubilaciones, superaba el PBI total del país.
El Ministro odia el sistema y trata por todos los medios de hacerlo inviable. Él no cree que la jubilación deba atarse a la responsable contribución del trabajador; piensa que éste no tiene derecho a saber cuánto lleva aportado y dónde está su dinero. Todavía actúa con mentalidad corporativa-marxista y rechaza el ahorro, al que considera práctica burguesa. Incluso repugna de la “privatización”, soslayando que la AFAP del Estado es la mitad del sistema.
El nuevo régimen jubilatorio, indiscutible éxito a juicio de todos quienes algo saben, ha logrado crear un fondo formidable de ahorro nunca antes visto. Los afiliados saben dónde está su dinero. Y el reclamo de los llamados “cincuentones” es notorio que no fue una imprevisión ni un daño deliberado, sino la razonable idea de que la gente joven en aquel tiempo se jubilara a los 65 años y no a los 60. Y esto hay que asumirlo y cuanto antes mejor: la esperanza de vida al nacer ha crecido y esto es una bendición y no una tragedia. En 1960, era 68 años, en 1980 llegamos a 70, en 1990 a 72, en 1995 a 73 y hoy pasamos los 77, con las mujeres arriba de los 80 . Que hay que asumir ese hecho no lo decimos sólo nosotros: lo sostiene el Ministro Astori y acaba de reconocerlo el propio Presidente Vázquez.
La cuestión es que entre la ley de 2008, que hizo entrar por la ventana a 80 mil jubilados de golpe (al bajar de 35 a 30 los años de trabajo) y este invento de los “cincuentones”, nos ponemos —de nuevo— en el camino del desastre. Dilapidamos el valor de una reforma exitosa y reconstruimos, paso a paso, el viejo desfinanciamiento. Todo en nombre de una ideología corporativista y pseudo-socialista, fracasada en el mundo.
El Ministro de Economía se desespera porque la perspectiva del mayor déficit pone en peligro hasta el grado de calificación para las inversiones. El Ministro Murro está en otra, quiere derrumbar el sistema de Afaps y para justificarse nos agrede con arrogancia. Según él, tenemos que pedir perdón por haber salvado al país de un desastre inconmensurable. El mismo desastre que él, con su actitud, está tratando de reproducir. Si lo logra quedará estampado para la peor historia de los retrocesos nacionales.
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